Capítulo 8 | Crímenes

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El carruaje avanzaba por las calles nocturnas de Londres, había salido de la Mansión Moriarty hace no muchos minutos.

—Es entonces que Bond se encargará — habló ella. Vestía un vestido más cómodo a los que solía usar y el sombrero cubría parte de su rostro y sus cabellos oscuros. Había decidido salir sin qué nadie conociera realmente su apariencia.

William quién se encontraba al otro lado del asiento asintió.

—Scotland Yard ha metido preso a alguien inocente después del incidente con "Jack el destripador", como era de esperarse la gente está alborotada y por ende alguien necesita pruebas de que el hombre encerrado es culpable, claro está que no las hay o a menos a que las haya realizado ya.— respondió William.

—Bond es audaz y sabe camuflajearse en cualquier sitio, pero, me imagino que ahora mismo se reunirá con alguien influyente en Scotland Yard, ¿no es así? En este momento ahí es un desastre,  no cualquiera podría ingresar, por lo que necesitaría un señuelo.

—Es así, de hecho, hemos llegado ya.

El carruaje se detuvo y ellos dos bajaron, se había detenido en un bar cerca de Scotland Yard, éste se veía tranquilo y no como otros lugares que ella solía conocer.

Acomodó el sombrero y cubrió su cuerpo con una fina capa de terciopelo.

—Lo esperaré justo a la vuelta.— había sido una pequeña orden, pero tenía la libertad de opinar en este momento. Esa fue la condición después de haber observado como era qué trabajan cada uno de los integrantes.

Sin más que decir, se adentró al pequeño negocio, sentadose en una mesa alejada de la barra. Mientras se acomodaba veía de reojo quién podría ser la persona con la que se reuniría Bond, pero nadie de ahí parecía ser el indicado. No fue hasta que la campanilla de la puerta sonó,  dejando entrar a un hombre con traje negro, un porte discreto, lentes y apesar de mantener un peinado impecable,  se notaba el cansancio en sus ojos, digno de alguien pensativo por tomar una oferta. Así que sí,  dedujo rápidamente qué sería él.

Bond había llegado minutos más tarde y es que era imposible no saber que era él, era aquellos que les gustaba llamar la atención y su llegada fue exactamente eso, gracias a un invento de Herder, o mejor conocido como el constructor de diversos inventos en esta organización. Bond pareció no notarla a pesar de ser previamente informados. Se sentó junto al hombre y al parecer la conversación  se llevaba con tal sutileza, pero aún no pasaba nada de lo que realmente querían hacer; el entrar a Scotland Yard.

Comenzaba a aburrirse, ya había aprendido lo suficiente de Bond, pero abandonar el lugar no lo veía algo factible. Creía que eso tardaría un poco más,  pero no fue así. A sus espaldas, justo en la barra, una mujer yacía sentada y detrás de ella un hombre que pareciera negarse a dejar de molestarla, sus comentarios y acciones como acercarse demasiado a la mujer, eran notorios y desde lejos se podía notar a ella con incomodidad y miedo.

Lilith colocó sus guantes y se levantó, pero en cuánto lo hizo, Bond había sido más rápido. Observó cada acción que hacía y después sonrió, era fácil saber como iba a terminar eso.

La campanilla de la puerta hizo ruido, alguien había salido, provocando la atención de Bond, quién ya tenía esposas en las muñecas por el espectáculo previo.

—Así que vino.— susurró el hombre de hebras rubias antes de ser empujado a la salida del bar.

Lilith ahora iba al sitio de reunión y justo a la vuelta de la calle estaba el carruaje, tocó un par de veces y la puerta se abrió, con delicadeza subió y el carruaje comenzó a andar, harían otra parada y está vez,  él la observaría a ella. Claro estaba que Lilith no tenía idea de eso, pero William sabía las capacidades que ella poseía, idear un plan sería un acertijo de primera clase.

Escarlata | W. James MoriartyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora