Capítulo 3 | Durham

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—¿Va a Durham, señorita?— habló el hombre sentado frente a ella, se trataba de un señor cuya edad es avanzada.

—Sí, mi prometido trabaja como profesor de matemáticas en la universidad. Quiero darle una sorpresa y es por eso que vine. — decía, con una enorme sonrisa en su rostro; dulce y eufórica. El señor sonrió.

—Espero y la visita sea del agrado de su prometido, estoy casi seguro de que así será.

—Seguro lo será.

Una sonrisa malévola se asomó en las comisuras de sus labios y lo cierto es que debía guardar las apariencias. Había planeado esto por días. Cuando recibió aquella carta, no sabía exactamente si caer en su juego porque así era, un juego planeado por el matemático, pero después de tanto pensar, decidió ir, claro que no iría directamente a él, si no a sus alumnos, para que estos dijeran algo debía inventar la excusa perfecta y que mejor mentira decir que era su prometido.

De repente, el tren que iba a bordo se detuvo, anunciando la llegada a su destino.

—¡Estación de Durham! —habló el encargado de la estación y los pasajeros comenzaron a bajar o al menos a los que su trayecto terminaba ahí.

—Fué un gusto hablar con usted señor, pero es hora de que me retiré. He llegado a mi destino.- el tono de voz que usaba era elegante y los portes también, haciendo más cierta su mentira.

El señor frente a ella también se despidió, no sin antes desearle un feliz matrimonio junto a su "prometido".

Al salir del tren, revisó a sus lados y no se esperaba que el pueblo fuera algo extenso, era cierto que antes de abordar el tren revisó planos y como llegar a la universidad pero en los planos no venía lo extenso que podría ser aunque no más que Londres.

Caminó hasta llegar a un puesto de verduras, lo primero que haría sería preguntar por él, al menos que le mencionarán como era, podía ser de esos condes cuyo carácter es fuerte y con una personalidad nefasta que trata de menospreciar a la gente o quizá se lleve una sorpresa.

—Buenas tardes señorita, ¿qué va a llevar?- habló muy amablemente una señora robusta de cabellos blancos.

Lilith quitó su sombrero y sonrió.

—Disculpe, es la primera vez que visito Durham. Verá, mi prometido es profesor de la universidad y quería darle una sorpresa.- Estar sonriendo le provocaba dolor de mejillas, comenzaba a arrepentirse por su curiosidad ante el matemático pero fué algo inevitable.

La mujer rió tiernamente, al parecer se conmovió por tal acción romántica.

-¿Y cuál de todos los profesores es? Me imagino que ha de ser el profesor Moriarty.- Lilith extendió aún más su sonrisa, todo estaba saliendo a su favor.- Una linda mujer se merece a un hombre como el jóven profesor.

-Acertó, ¿usted conoce a mi prometido?- preguntó con curiosidad.

-Claro qué sí, todo el pueblo lo conoce. Como verá, en Durham los rumores corren, él se encarga de ayudar a todo lo que necesiten ayuda, una vez mis verduras se marchitaban antes de tiempo y él me dió un remedio.- los ojos como el mar cristalino se extendieron, ¿de verdad él era así? se preguntaba.- Escogió a un buen hombre señorita Moriarty, supongo que puedo llamarla así, ya están comprometidos y pronto esposos.

—Me doy cuenta que sí, gracias. Pero, ¿me podría ayudar en algo más?

La mujer asintió.

-¿Sabe si mi prometido vino acompañado?- esperaba no tener problemas con la pregunta que realizó pero quería saber si sería buena idea holgazanear en la residencia dónde William pasaba cada vez que tenía que dar clases.

Escarlata | W. James MoriartyTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang