Capítulo 10

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El problema

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Kai

Que mi tío haya convocado a una reunión familiar de último minuto me deja saber que algo no marcha bien. Ha estado desaparecido las últimas semanas y mi primo es el que atiende gran parte de los eventos sociales. Sea lo que sea se respira un aire tenso en la sala donde estamos reunidos Hiro, mi padre y yo a la espera de que Keiko se nos una. Tuve que dejar un trabajo a medio hacer para venir aquí, y solo espero que esto no demore o será probable que me encuentre al sujeto completamente desangrado a la vuelta.

—Escuché que la reunión en Moscú terminó en una desastrosa redada. —Es mi padre el que al fin habla tras unos minutos de puro silencio.

Hiro, quien parece tener la mente en otro lado, pestañea devolviéndole la mirada.

—Así fue —afirma—. Todo se volvió muy loco en unos pocos segundos. Pero al menos logramos salir con vida.

—¿Logramos? —Se interesa mi padre enarcando una ceja—. ¿Tu prometida fue contigo?

—No, este... —Se rasca una de sus cejas—. Me acompañó una amiga.

—Ya veo. —Mi padre asiente con expresión divertida—. ¿Sabe mi hermano que andas mostrando a tu amiga en público?

Es obvio que cuando dice amiga se refiere a una de las putas con las que le gusta pasar el rato y a ninguno de los dos nos pasa desapercibido el deje filoso que acompaña su pregunta.

—Se me pidió que asistiera a la gala —responde Hiro guardando la calma como siempre—. En ningún momento se me dijo cómo o en compañía de quién debía hacerlo.

La expresión de mi padre se endurece radicalmente y aprieta el bastón entre sus manos justo por la parte superior formada por la cabeza de una serpiente de oro. Abre la boca dispuesto a una pelea pero me le adelanto.

—Lo que quiere decir mi padre es que debes cuidar la imagen Hiro. No hablamos de los desfiles de moda a los que sueles ir. Esa reunión era algo realmente importante y causar una buena impresión era crucial.

—Créeme que causé justo la impresión que quería causar. —Se defiende y reconozco la mirada en sus negros. Es la misma que usaba de adolescente cuando le aconsejaba no hacer algo, pero de todos modos lo hacía porque era el hijo del jefe y no conocía el significado de la palabra consecuencias.

Me doy por vencido moviendo la cabeza de un lado a otro. No tiene remedio.

—Hablando de buenas impresiones —interrumpe mi padre ansioso—. ¿Dónde diablos está Keiko? No suele llegar tarde. Jamás.

Y como si se tratara de una invocación mi tío irrumpe en la habitación, pero no lo hace con su característico caminar ligero y desde luego tampoco luce como el hombre de cincuenta y nueve años que sé que es. En su lugar entra en una silla de ruedas y un semblante algo mustio y cadavérico. Lo acompañan como siempre algunos hombres de su seguridad quienes permanecen parados a cada lado de la puerta en la entrada mientras Keiko avanza en su silla hasta nosotros. Mi padre se remueve inquieto e intercambio una mirada preocupada con mi primo.

JADE [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora