Capitulo IX: ¿Acaso no lo viste venir?

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King Dice hizo lo ordenado por su jefe, yendo a comprar lo necesario con Porkrind para la nueva habitación que los pequeños demonios estaban construyendo dentro del castillo. Muchos quedaron sorprendidos por el tema de que Diablo estaba gastando su propio dinero en un nuevo cuarto para dos bebés taza. Diablo, el tipo más tacaño que puedan conocer en este mundo. ¡Diablo!

El dado suspiró, con la cabeza darle vueltas. Su único desayuno fue una taza de ron y ya, vámonos para fuera. Quería terminar con ello pronto para volver y terminar con su trabajo de escritorio, al menos estaba confiando en que sus propios lacayos cuidarán bien de los niños en lo que él estaba fuera.

Pero su plan fue arruinado cuando Porkrind no se hallaba en su puesto de la tercera isla. Ese cerdo gordo aparecía siempre en las tres islas, cualquier pensaría que tenía hermanos iguales a él para mantener tres jodidos negocios. Y cuando supo que se encontraba en la primera isla, por buena venta, casi quiso rendirse y devolverse para descansar un rato.

- Maldición...

Mascullo por lo bajo, arreglándose su afamado bigote y retomando camino hacía la primera isla. De paso, exigiendo contratos a aquellos que le debían cosas al casino.

Al llegar tuvo que irse casi hasta el final para el puesto de ese cerdo, no pudiendo evitar mirar una pequeña tumba que reposaba en lo lejos, casi en medio del bosque que se abría paso por los alrededores de Inkwell 1. Una lápida de piedra y la pequeña montaña de tierra donde yacian varias florecillas naciendo. ¿Quién habrá muerto? Como el segundo al mando siempre debe estar enterado de todo, pero está vez no supo de quién se trataba la persona que ahora descansaba en paz tres metros bajo tierra.

Era extraño.

- ¡Señor Dice!

El saludo del cerdo lo saco de su mente, volteando a ver la pobre alma con su puro del día.

- Buen día.

- ¿Qué lo trae por aquí, señor?

La sonrisa de amabilidad fingida le dió repugnancia. Uhg, odiaba a las personas como aquel tipo.

- Necesito materiales para un nuevo cuarto.

Y seguidamente comenzó a explicar detalladamente lo que quería y como. Pobre de aquel cerdo si cometía algún error en su pedido.

&

El Diablo estaba ordenando papeles. Hoy era día de descanso, lastimosamente, así que solo estaba contando dinero y firmando varios papeles, rellenando casa tanto su pobre cenicero con cada cigarrillo costoso que se fumaba.

Se tuvo que detener porque escuchaba demasiado ruido afuera, lo que eran risas y palabras repetidas que no pudo descifrar le hizo perder la concentración. Con un gruñido se levantó y salió, el malhumor presente en sus sienes.

- ¿Qué carajos hacen para que estén hablando?

Siguió los sonidos hasta la sala de descanso, y la mayoría estaban reunidos en un círculo sobre el suelo. Se acercó un poco, nadie había notado su presencia puesto que estaban más concentrados en ambos bebés puestos en el centro.

- A ver, Cuphead, di "agua".

Apoyó Piroluleta con una sonrisa. El sueño de haber querer sido maestra era un tema que no hablaba.

- Wawa.

Todos rieron por como el pequeño rojizo intento imitar la palabra de la ruleta, babeando y gurgujeando.

- ¡Mugman, di Dot! ¡Es muy fácil!

Pero Mugman tan solo miró al pequeño domino, chupando del dedo gordo de su mano.

- ¡Di Pip, Mugman!

Pero nuevamente no hizo caso.

Los demás intentaron alentar a los chiquillos entre tantas palabras.

- Di "Carro".

- Repite: "carta".

- ¡Que diga cerveza!

- ¡Cállate, Ron!

Pequeñas risas de los demás aparecieron, haciendo reír con ellos a los niños. Diablo se acercó más, haciendo ahora pesado el ambiente por como todos notaron de inmediato a su jefe.

- ¿Qué demonios hacen?

- ¡Jefe!

La mayoría se levantó y se empezó a dispersar, dispuestos a seguir con sus tareas de casa o de lavar. Piroluleta y Chismes se quedaron para levantar a los niños.

- Lo sentimos, jefe. Solo intentabamos distraer a los niños.

Se disculpó la ruleta, mientras Chismes le seguía con un "Uju, haha" a su respuesta. Diablo levantó una supuesta ceja, mientras quitaba el puro de su boca.

- Eso no les da derecho de...-

- ¡Jefe!

El ambiente quedó en silencio tras la voz suave de Cuphead, riendo feliz al ver a Diablo.

- ¡Jefe!

Mugman miró a su hermano y también comenzó a reír, contagiado por él, aplaudiendo varias veces, para luego también decir.

- ¡Jefe!

Los dos lacayos presentes parpadearon confundidos y asombrados, mientras que Diablo quedaba sin poder decir alguna palabra o cambiar su expresión.

- ¡Su primera palabra! ¡Son su primera palabra!

Hágalo Piroluleta, quién cargaba a Cuphead, mirando ilusionada al niño. Chimes bromeaba un poco con Mugman, mientras ambos seguían repitiendo sin parar aquella nueva palabra a su vocabulario por lo bien que los estaban felicitando cada vez que lo decían.

- ¡Jefe! ¡Jefe!

La expresión de Diablo no cambió.

- Cállense.

Gruñó en respuesta, siendo suficiente para hacer callar a ambos niños. Les mostró una mueca de enojo y posterior se dió media vuelta para regresar a su despacho, dejando confundidos a todo el mundo por como ninguno había vuelto a su puesto para cuando salieron de su escondite, queriendo aún presenciar la primera palabra de los bebés del casino.

El Diablo cerró la puerta detrás suyo y se sentó en su silla, más tranquilo por como ya no había ruido, más que el de dinero caer uno por uno y de las hojas pasar entre sus grandes garras. Por unos momentos su atención se desvío a otro lado, de manera inconsciente, sin siquiera mirar los documentos puestos bajo su escritorio. Su cabeza solo pensaba en lo que sucedió hace unos momentos y el extraño sentir que surgió por ello.

La primera palabra de aquellos malnacidos... Por alguna razón su pecho se hinchó de orgullo, dándose unos minutos de descanso al recargarse sobre su silla.

Aprendieron bien. Bastante bien. Pronto le serán útiles.

Los hijos del diablo... ¿Y el dado?Where stories live. Discover now