Capítulo 1.

7.9K 547 67
                                    

Jaemin tiró de su capucha con fuerza, hasta que la misma cubrió sus ojos casi por completo, como debía ser, como un omega debía ser. El pueblo estaba increíblemente silencioso ese día, lo que no significaba que no debiera mostrar el debido respeto a los alfas y su condición, y cubrirse casi por completo, demostrando así su pureza. Jaemin lo habría aprendido por las malas. Un omega sin marcar, era un omega vulnerable, y si no se mantenía cubierto, ocultándose de la vista del mundo, corría aún más riesgos. Sobre todo un omega hombre, como lo era él. El final de la cadena, el último eslabón social.

-Jaemin-ah.

Jaemin levantó la mirada bruscamente solo para volver a bajarla de inmediato con un ahogado grito de sorpresa. Jaemin amaba su pueblo, y amaba recorrerlo cada mañana en una silenciosa caminata en la búsqueda de alimentos para su familia. Pero sin dudas no apreciaba la libertad con la que contaban los alfas para acercarse a él e intentar cortejarlo.

Jaemin no quería.

Sería simplemente mucha deshonra para su familia, que una vez casado, no sea capaz de concebir y por ese motivo ser devuelto a su hogar. Acabaría con su pobre madre, y consumiría a su padre en tristeza e ira.

-Señor Park -saludó con un pequeño asentimiento.

-Permíteme acompañarte en el camino hacia tu hogar. Es muy peligroso para un joven omega como tú, caminar solo a tan tempranas horas de la mañana.

El señor Park ofreció su brazo a Jaemin, y él sabía lo descortés que sería de su parte negarse a un trato tan especial de parte de un alfa. Cualquiera que presenciara la negación hacia tal acto, se encargaría de sembrar rumores maliciosos sobre tal omega. Jaemin no quería problemas. Entonces sujetó el brazo del hombre y ambos caminaron en silencio.

Llegar a su casa de esa forma, causaría en su madre un deje de esperanza, y eso no lo deseaba por nada en el mundo. Porque sabía que no podría vivir por sus expectativas. Él no era un omega feo, era laborioso, conocía los deberes de un hogar como a la palma de su mano, y su calor se presentaba cuando debía. Pero Jaemin no quería pertenecer a nadie. No deseaba que el honor de su familia dependiera de si de su vientre nacía un niño. No quería descansar la cabeza sobre la cama de un hombre que no amaba, pensando cada día si el resto del pueblo lo veía como un buen esposo y padre, porque después de todo, solo para eso servía un simple omega.

Jaemin solo tenía dieciséis años y él no deseaba recibir su destino ahora. Rezaba todas las noches a los dioses, porque este se retrasara, y lo dejara vivir en la calidez de su hogar. Sin esposos o hijos, sin un hogar del que encargarse, sin aún más personas juzgando sus acciones.

( . . . )

Jeno dejó su corona rodar por los pies del trono, y masajeó su cabeza con gesto serio. Porque no habría otra manera, porque su posición lo obligaba a tomar las decisiones que nadie deseaba tomar.

Mark caminó hacia su lado, y rompiendo el protocolo, colocó una mano sobre su hombro. Él también llevaba dibujado en el rostro el cansancio y una profunda seriedad, pero Jeno pudo apreciar también el gesto seguro que su amigo le brindaba. Le aseguraba que hacía lo correcto, que no iba a realizar algo demasiado apresurado.

-Mi señor, usted bien sabe que ha hecho hasta lo imposible por evitar llegar a este punto. No siempre podrá solucionar las cosas con paz. A veces hay que dejar que la señora guerra pise con firmeza y recupere el orden de las cosas.

-Mi querido amigo, desearía poder evitar esta situación. No me regocijo en la tristeza de mi pueblo, sobre todo cuando muchos de ellos son pobres inocentes. Pero Kim Doyoung necesita comprender que su proceder fue erróneo, y que está amenazando severamente la estabilidad del reino.

Mark asintió con firmeza y recogió la corona. Limpiándole el inexistente polvo, volvió a colocarla sobre la cabeza de Jeno.

-Mi señor, usted es el rey. Y no importa que tan difícil sea realizar alguna acción. Si es por el bien del reino, entonces tiene el deber de llevarla a cabo.

Jeno le sonrió con afecto y asintió con seguridad. Siempre podía confiar en su leal amigo para colocar su cabeza en el lugar que debía estar. Proteger su reino.

-¿Qué desea que haga por el bien de esta misión, mi señor?

-Prepara a nuestros mejores cien hombres, esto solo será una advertencia. Atacaremos el pueblo de Busan.

-Lo haré de inmediato, mi señor -y con una reverencia, se retiró.

Jeno deseaba con fuerzas estar haciendo lo correcto, para su pueblo y para su destino. Muchas veces su destino le habría tirado piedras pesadas sobre sus hombros, sin dudas no deseaba que una de esas piedras acabara con la prosperidad de su reinado. Jeno necesitaba más hijos varones si quería que su reino funcionara como debía, para que ellos gobernaran las provincias, y no un hombre sin relación al trono. Su pobre Sunghoon no podría con tantas labores, tantas provincias, tanta presión. Tenía que darle hermanos varones.

-XiaoJun -llamó al sirviente que se encontraba parado en silencio, junto a la puerta-. Que preparen a alguna de las últimas mujeres traídas.

-De inmediato, su alteza -con una profunda reverencia, casi corrió hacia la salida.

La piedra más pesada de Jeno podría ser fácilmente el gobernar tan extenso territorio. Pero sin ninguna duda, la piedra más pesada, era no poder concebir hijos varones. Jeno amaba a sus pequeñas princesas, pero como deseaba otro niño. Por su honor, por su reinado, por su pueblo. Él necesitaba más hijos varones.

Con un resoplido, se levantó del trono, y se dirigió a sus aposentos. Alguna mujer de entre todas sus concubinas sería capaz de brindarle un niño. Estaba seguro de que su destino simplemente estaba intentando forjar su paciencia. Y si así era, entonces Jeno esperaría.







.......

Holis personitas lindas, volví a resubir esta historia, la verdad queria eliminar todas las historias pero decidi dejar esta y la de archivo 12-b que subire luego... Que tengan linda noche<3

His | NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora