Capítulo 14.

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Jaemin no creyó posible que la noticia doliera tanto como lo hacía. Yerim, una jóven concubina, estaba embarazada.

No tenía derecho a que le doliera, pero lo hacía. Y para pesar de Renjun, su estómago volvió a cerrarse por días. Jeno no había hecho ningún comunicado sobre la noticia, no se anunció siquiera un día de celebración. Pero eso a Jaemin no le interesaba en lo más mínimo. En realidad, su preocupación nacía en ¿Por qué los dioses la bendecían a ella y no a él? Su corazón seguía prácticamente destrozado por la pérdida, y la noticia lo había golpeado con fuerza. Si Yerim le daba un niño a Jeno, entonces él no sería más que una burla.

Apretó las manos contra el marco de la ventana y dejó escapar un suspiro agotado. Su recuperación física, era ya completa, pero aún se sentía agotado. Sabía que eso tenía mucho más que ver con su corazón que con su estado físico.

Las puertas de su habitación se abrieron con un crujido. Se extrañó, porque Renjun solía llamar respetuosamente, más no se sorprendió hasta que unos firmes brazos rodeaban su cintura.

-Mi amado -susurró Jeno colocando la cabeza entre su cuello.

-Mi señor -respondió Jaemin en el mismo tono bajo-. ¿Qué hace usted aquí? -preguntó dejando entrever su sorpresa.

-Mi corazón me trajo hacia aquí.

Jaemin sintió calor en el rostro, y tuvo que reír suavemente para ocultar que semejantes confesiones, aún lo ponían completamente nervioso.

-Felicidades, mi señor. Las mujeres hablan de su futuro príncipe -comentó devolviendo a su rostro la seriedad.

Jeno lo volteó con velocidad y lo apretó con aún más fuerza contra su cuerpo.

-No ha habido nadie después de tí.

-No merezco ningún tipo de explicación, mi señor. Usted es dueño de su hacer.

-Prometo darte muchos príncipes.

Jaemin sintió sus ojos llenarse de lágrimas, y tomó un puñado de la camisa de Jeno entre sus manos.

-Mi señor... Por favor, no -susurró.

-Lo juro -afirmó.

-No ha habido entre nosotros más que juramentos sin cumplir -gimoteó.

-Lo juro, Jaemin. Mi regocijo solo vendrá con los niños que nazcan de tu vientre.

-No diga eso, mi señor. Ese bebé es también su hijo.

-Y sin embargo, tú eres al único que amo.

Jaemin acarició suavemente las mejillas de Jeno. Él realmente lo amaba, y Jaemin sabía en su corazón, que él también lo hacía.

-Mi señor, siempre guardaré el deseo de llevar un hijo suyo, pero ahora mismo... -confesó-. Yo no deseo nada más que su cariño

-No te preocupes, Jaemin -susurró-. Mi corazón te pertenece.

Las manos de Jeno sobre su piel, se sintieron como caricias a su alma. Jaemin se avergonzó momentáneamente, porque aquel no era el lugar para ese tipo de cosas, y porque aún era temprano en el día. Sabía que los podrían oír, y si bien para Jeno no era algo de importancia, a él, lo llenaba de nerviosismo. Claramente, el hecho de haber dejado pasar tanto tiempo desde la última vez, no ayudaba a sus nervios.

Jeno lo desnudó con suavidad y delicadeza, besando cada parte de su piel que quedaba expuesta a su vista. Jaemin era completamente débil ante sus caricias, sabía que pasara el tiempo que pasara, siempre estaría dispuesto a entregarse a él.

Si bien su cama no era tan suave y cómoda como la de Jeno, con ella bastó. Allí, Jeno lo tomó con pasión y cariño entremezclados. Y se amaron profundamente, entregándose el uno al otro por completo.

( . . . )

Jaemin estaba, otra vez, observando por la ventana. Su cuerpo desnudo envuelto en las sábanas, el suave viento nocturno acariciando su rostro. Podía oír el rugir de las olas, aunque no podía verlas desde allí. Sabía que Jeno lo observaba con silenciosa admiración, porque había visto de reojo como abría los ojos.

-A veces olvido lo joven que eres -susurró.

No lo observó, sino que estiró la cabeza aún más fuera de la ventana y suspiró satisfecho por el aire fresco.

-Mi señor tomó el trono cuando apenas tenía un año más que yo -respondió con tranquilidad.

-Y era joven e inexperto -admitió.

-Hizo un buen trabajo. Cuida al reino de la mejor manera, y mi madre no cesaba de decirme que en sus ocho años de reinado, el país floreció de forma maravillosa. No sabría como responderle, realmente no recuerdo como gobernaba su padre. Pero estoy seguro que usted lo hace aún mejor.

Jeno se levantó de la cama, y con paso tranquilo, se acercó a Jaemin.

-Tan joven y te he hecho pasar por tanto -susurró dolido mientras lo abrazaba por la espalda.

-Usted solo cumplía con su deber para con el reino. Debe cuidar que todo funcione como debe, por sobre los intereses de todos.

Jeno besó su nuca suavemente antes de comenzar a balancearse ante una canción inexistente.

-No deseo herirte, nunca más.

-Jamás podría herirme, mi señor -susurró-. No mientras me prometa algo.

-Lo que desees, te lo daré.

-Permítame continuar a su lado. Perdóneme la vida.

Jeno lo volteó y observó extrañado.

-Creí que eso había quedado más que claro. Preferiría acabar con mi propia vida, que con la tuya.

-Quizás cambie de parecer si no puedo darle un hijo -susurró avergonzado.

Jeno lo observó con infinito cariño.

-¿Ves? Te dije que eras joven... Y tonto.

Jaemin bufó y lo observó ofendido.

-¿No te dije acaso que te amaba? -preguntó sonriéndole-. No deseo a nadie más que a tí. Los dioses te pusieron en mi camino, y no voy a dejarte ir jamás. Ya le he dado al reino suficientes princesas, y un heredero. No pueden reclamarme absolutamente nada. Además, estoy seguro que pronto llevarás un príncipe en tu vientre.

-Si sus visitas secretas continúan, tal vez si -bromeó Jaemin, aligerando el ambiente.

-Entonces hagamos que sean frecuentes.

( . . . )

EunJi elevó una ceja hacia Lia, la cual cubrió su boca con una mano, para ocultar su clara sonrisa.

-Que atrevimiento -gruñó Giselle-. En plena luz del día, en las habitaciones para las concubinas. Yerim que está llevando su hija, se encuentra aquí.

-¿Acaso tú decidirás por el rey? -preguntó EunJi con diversión-. Está en su completo derecho de tomar a la concubina o concubino que desee, cuando desee y donde desee.

Giselle frunció el ceño con ira, y lanzó un suspiro exasperado.

-¿O te asusta que Jaemin le regale un príncipe? -preguntó Lia-. Bien sabemos todas, que Jaemin solo necesitó un calor para embarazarse. No parece ser un simple hombre omega infértil, de lo más bajo de la cadena social -dijo lo último en tono bromista.

-Cállate -gruñó Giselle-. En cuanto mi señor vea que no le dará ningún hijo, se irá de su lado.

-Por supuesto que sí -respondió EunJi en forma sarcástica-. Ayúdame a recordarte sobre esta conversación cuando Jaemin dé a luz.

Lia volvió a cubrirse el rostro, pero la sonora carcajada, no pudo ser ocultada.












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