Capítulo 18.

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Si las mujeres en el palacio hablaban de él antes, Jaemin está seguro, ahora lo hacían aún más. Las noticias de la adopción de HyeJoo, y de la aparición de su hermano, se oían por cada rincón del palacio. Había oído por parte de Mia, que fuera del palacio, algunas personas hablaban de él como el omega más fértil, puro y bondadoso que había enamorado al rey. También se hablaba de su poder. Como con solo meses de su llegada, había ganado mucho más poder que cualquier persona del reino, exceptuando al mismo rey.

Los regalos que Jeno se había propuesto a enviarle con continuidad, solo alimentaban su fama. Jeno no veía otra forma de demostrar su amor y agradecimiento, por su noble acto para con HyeJoo, que enviándole cientos de regalos. Jaemin no estaba seguro de atreverse a usar todos ellos. Las joyas eran hermosas, pero él no estaba acostumbrado a llamar la atención. Quizás las usaría solamente para el rey.

Hoy se había propuesto usar algo de esos regalos, por el simple hecho de que Jeno lo había invitado a pasar la tarde en los jardines junto a la pequeña HyeJoo.

Renjun le habría colocado una clara camisa que resaltaba aún más su redondeado vientre, que llevaba pequeñas perlas bordadas a lo largo de toda la manga. Era una pena que no la pudiera usar luego, cuando su cuerpo volviera a estar delgado. Unos pantalones negros de seda, extremadamente cómodos. Y finalmente, Renjun lo animó a utilizar las joyas. En esta oportunidad, una enredadera de oro y piedras rojas y blancas se envolvía por toda su cabeza, cayendo estratégicamente sobre su rostro. Unos anillos de oro llenos de pequeñas piedras adornaban sus manos. Y hasta sus zapatos tenían pequeñas piedras de las que Jaemin desconocía el nombre.

Se sentía cargado. Era, sin dudas, la primera vez que llevaba semejante cantidad de costosos accesorios. Realmente lo hacía para deleitar a Jeno, y demostrar su agradecimiento por los mismos. No era algo que deseara vestir todos los días.

Mientras preparaba a la pequeña HyeJoo, pensó en el hermoso encuentro que tuvo con sus sobrinos. Taeyong se mostró increíblemente feliz de conocerlo en mejores circunstancias, y ambos celebraron sus embarazos escuchando anécdotas de Taeyong de los anteriores. Jaemin casi golpea a Jaehyun, cuando se enteró de que al apenas casarse, Taeyong había quedado embarazado. Era riesgoso embarazarse con el primer o segundo calor, pero Jaehyun se mostraba plenamente arrepentido, y culpaba de aquello a su inmadurez. Al fin y al cabo, él no estaba muy lejos en edad de la de Taeyong en aquel momento. Sunoo y Niki eran completamente encantadores, y amaron a Jaemin desde el primer instante. Jaemin estaba feliz de tener una familia además de la que ya estaba formando con Jeno.

-Su alteza lo espera, mi señor -afirmó Renjun con una gran sonrisa.

Jaemin asintió y colocó a HyeJoo en una pequeña canasta cubierta con mantas, antes de encaminarse hacia los jardines. Al llegar, Jeno le sonrió con gran cariño, y lo recibió con un beso. Tomó a HyeJoo en sus brazos y lo animó a sentarse a su lado, en la amplia manta que cubría en verde y saludable césped.

Un sirviente lo suficientemente lejos para no oírlos hablar, tocaba el violín con tranquilidad. Y había mucha comida a su alrededor, cientos de distintos platos, y deliciosos postres que llenaron a Jaemin de antojos. Y eso fue lo que hicieron primero, comieron en un agradable silencio. Jaemin, completamente avergonzado por su gran apetito, y Jeno, asegurándole que era normal, y que así se veía encantador.

Jaemin pensó que aquel día sería uno para recordar con hermosas memorias. Sin dudas no esperaba, que fuera uno de los días que recordaría haber sentido más temor e incertidumbre.

-Amor mío -susurró Jeno acariciando su mejilla suavemente.

-¿Sí, mi señor?

El repentino gesto triste de Jeno, hizo que Jaemin se preocupara en gran manera.

-¿Acaso sucede algo malo?

-Mi amor -susurró-. Parto en dos lunas.

Jaemin se congeló con sorpresa, antes de negar con la cabeza repetidas veces.

-No, mi señor -suplicó.

-La guerra ha llamado -afirmó-. Y no puedo abandonar mi reino. Debo partir y luchar por su bienestar.

Jaemin cubrió su boca con las manos para evitar un gemido de tristeza que amenazaba escapar, más que nada en respeto del sueño de su hija.

-Mi señor -gimió-. Por favor no me deje.

Jeno lo sujetó de las muñecas hasta tenerlo sentado sobre su regazo. Allí, colocó una mano sobre su mejilla, y otra sobre su vientre.

-No deseo hacerlo. Deseo profundamente quedarme a tu lado por toda la eternidad. Pero este es mi deber como rey, y no puedo dejarlo ir.

Entonces Jaemin sollozó sobre su hombro, temblando casi en completo silencio, pero las lágrimas empapando la camisa de Jeno.

-Vuelva pronto, mi señor -jadeó-. Vuelva pronto, para conocer a su hijo.

-Mi amado Jaemin, volveré tan pronto como se me permita. Volveré, y te haré mi esposo.

¿Su esposo? Eso solo significaría hacerlo rey consorte ¿Lo amaba tanto realmente?

-Mi señor, mi cuerpo y mi vida siempre han sido suyos. Ahora, mi corazón también le pertenece. Que se cumpla su voluntad. Si usted me considera alguien digno de ser su esposo, por el amor que le tengo ¿Cómo podría yo negarme?

-Volveré pronto, lo juro. Y ese es un juramento entre nosotros, que no estoy dispuesto a que se rompa.

Jaemin lo besó con suavidad y unió sus frentes.

-Vuelva. Su hijo y yo estaremos esperando por usted. Él estará esperando por un nombre, mi señor. Y yo estaré esperando por su amor.

Jeno lo abrazó con todas la fuerza que podía imponer sin apretar su vientre, y así se quedaron por largos minutos. Acariciándose y susurrando palabras de amor, que los reconfortarían en la próxima lejanía.

Jaemin lo esperaría. Lo esperaría por la eternidad, de ser necesario. Porque no había forma de negarlo, ellos se amaban profundamente. Y no había nada en ese mundo o en el siguiente que pudiera separarlos.












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