𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟎𝟓: Porque por ti, no sé qué no haría

15 2 1
                                    


❛ Somos corderos disfrazados de lobos feroces ❜


𝟎𝟓.

𝑽𝑶𝑺𝑭𝑰𝑳𝑳 𝑴𝑶𝑹𝑻


Después del último acontecimiento, el cuerpo policial conoció una faceta todavía peor de Raymond Merwick. Si Devon Kent había sufrido las consecuencias de lo que intentó, los oficiales, inspectores e incluso el comisario que lo permitieron en primer lugar, estaban igual o más hundidos que el mismo delincuente.

—Me voy a morir. —Merwick colocó ambas manos por delante de sí cuando se paró al frente del cuerpo entero, reunido en la sala—. ¡Me voy a morir porque son todos unos inútiles, hijos de puta! ¡Anormales! ¡Estoy rodeado de imbéciles!

Estaban todos ahí, menos Adama Howell. Incluso Charlotte se presentó tras oír lo que había sucedido. Los inspectores Irwin Odell, Jasper, el oficial Jenkins, el sheriff Randy Wesley, algunos alumnos y alumnas, también el comisario Keith Wayne. Ni uno solo era capaz de mantener la cabeza en alto mientras el Superintendente se acercaba a ellos para recriminarles.

—Voy a hacer una pregunta muy simple, muñecas, demasiado simple incluso para ustedes, y exijo una jodida respuesta inmediata. —Comenzó a caminar entre las hileras de policías, mirándolos detenidamente uno por uno. Aunque su voz era tranquila y hablaba pausado, todos percibían su desesperación—. ¿Quién demonios dejó que Howell se encerrara sola, sin protección ninguna, con el puto enfermo de Devon Kent?

Se hizo un momento de silencio, que terminó por alargarse hasta que el Super alzó ambos brazos al aire sin poder creérselo.

—¿Así que vamos a jugar a esto?

—Fui yo —admitió Irwin Odell antes de que la cosa pudiese pasar a más—. Señor.

No pasaron ni dos segundos hasta que el Super se paró frente a él para encararlo y así, cara a cara, se miraron sin pestañear.

—¿Se puede saber qué se te pasó por la cabeza para permitir algo así?

—El detenido estaba muy violento, señor. Pidió hablar con ella. No aceptaba nada que no fuera eso.

—Ajá, ¿y si el hijo de la gran puta te lo pedía, también ibas a mamársela, imbécil? —Raymond tenía algo en él, algo que solo Dios sabrá qué es, que hacía que hasta el caradura de Odell se avergonzara en su presencia—. Te encargué su traslado para que lo llevaras al norte, no para que una ingresante del cuerpo esté de repente al borde de la muerte. Pero sin embargo tuve que encontrarme con que la había encerrado, podía hacerle lo que se le saliera de los huevos, y encima ni uno solo de ustedes tuvo las pelotas de intervenir en ni un solo momento. ¡Díganme dónde mierda vieron algo así, panda de imbéciles! ¡Es que me da vergüenza hasta decirlo, porque no era consciente de que trabajaba con gente tan inútil!

A medida que siguió hablando, empezó a pasar de nuevo entre ellos, advirtiendo las reacciones en sus caras. Era incapaz de creer lo que había sucedido, pero mucho menos de permitirlo, de dejar que pasara por alto semejante barbaridad.

Tampoco estaba tanto en lo que había sucedido como tal, sino en las peligrosas posibilidades que no llegaron a concretarse.

—Tendría que degradarlos a todos los culpables, el puto problema es que, si lo hago, me quedo solo en esta comisaría de mierda. No solo eso, Vosfill Mort se quedaría vacío. —Regresó a paso lento al frente, donde Keith y Charlotte lo esperaban—. ¿Por qué ninguno de ustedes me hace el favor de explicarles a estos anormales qué significaría algo como esto en sus expedientes? ¿Por qué nadie les dijo todavía lo que cualquier superior haría con ellos de enterarse?

NEVADA: Las dos caras del malWhere stories live. Discover now