ᴄᴀʀᴀ ʙ: 𝐍𝐄𝐕𝐀𝐍 𝐑𝐎𝐒𝐄

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 ❛ ¿Habrá motivo para estar mal,

o debo debo ser yo presintiendo el final? ❜


. . .

ᴄᴀʀᴀ ʙ

𝙉𝙚𝙫𝙖𝙣 𝙍𝙤𝙨𝙚


          NO HAY RECUERDO que yo no conozca. De principio a fin, sin que ella lo sepa, estuve presente. Siempre en las sombras, alguna que otra vez tomando el control por cortos períodos de tiempo, incluso haciéndole darse cuenta de las verdades que a ella se le pasaban por alto. ¿Cómo puede alguien ser tan ciego como para no reconocerme?

          Era yo. Esa niña de doce años explicándole lo que piensa sobre el mal a un desconocido en el funeral de su padre. Lo tengo tan presente porque fue la primera vez que me atreví a opinar, a salir, a hablar en voz alta. Quizás lo más fácil habría sido dejar que las injusticias me patearan como a la basura, pero nunca he sido el tipo de persona que permite que le pasen por alto. No fui pensada de tal manera.

          Los problemas alcanzaron una magnitud tan enorme que Adama Howell debió retirarse a descansar, dejando que me haga cargo como solo yo sé hacerlo. Es lo que llevo intentando decirte desde hace meses, pero estás tan metido en tus pantalones que nunca llegaste a darte cuenta de que siempre fui yo. La violencia, el cambio de actitud, el delatarse a sí misma. Si Adama es un sol, yo soy la parte que quema de ella. Defiendo justamente eso que toda su vida vivió enterrando.

         En definitiva, he venido para salvarla.

         Por lo que no quedó más opción que involucrarme en la mafia hasta los codos, meterme al agua y dejar que me ahogue. Es la única forma que encontré de respirar. Conocí a Radek Wulfstan en los bosques de Vosfill Mort, luego de robar un coche con ayuda de Arthur Darian. A diferencia de Adama, a mí no me tembló el pulso a la hora de sostener con firmeza un arma, ocultar mi cara tras un pasamontañas y enfrentarme a la silueta del hombre que quería usarme de acceso a Raymond Merwick. He de admitir a mi favor que, tras una máscara, todos somos un poco más malos de lo normal.

          Wulfstan nos reunió a todos para entregarnos armas y municiones. Pensó que jamás había manejado nada superior a una pistola de agua, pero llevaba ya meses aprendiendo sin ayuda de Keith Wayne. Incluso me permití comentarle que «se había cargado a mi entrenador», por lo que tampoco podía esperar mucho de mí. Dejé de intentar los chistes con él cuando ni siquiera intentó reírse.

          El capo que organizaba la mafia no podía moverse sin tener a sus hombres rodeándole para protegerlo, apuntando en todo momento a cualquier cosa que tenga la potencia de ser una amenaza. Estaban cagados, y al mismo tiempo cargaban una seguridad inmensa en que tenían las de ganar. El plan de secuestro ni siquiera fue tan minucioso como pensé, acostumbrada a un Raymond Merwick que no dejaba suelto ni lo insignificante. Querían que averiguara sus planes para la tarde del día siguiente, se los avisara, y luego acompañara en todo el interminable proceso de... bueno, tomar a alguien contra su voluntad. Todo porque, al parecer, la mujer también vivía en un edificio como el mío, repleto de seguridad y guardias.

          Merwick la cuidaba bien. 

          Pero no lo suficiente, o al menos teníamos que aferrarnos a que así sería. 

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2023 ⏰

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NEVADA: Las dos caras del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora