CAPITULO I

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— Yibo, necesitas que alguien te dé un buen polvo.

Wang Yibo se estremeció al escuchar el grito de Xuan Lu en mitad del pequeño Café de Londres, donde se encontraban apurando los restos del almuerzo, consistente en judías rojas con arroz.

Desafortunadamente para él, la voz de su amiga poseía un encantador timbre agudo que podía hacerse oír incluso en mitad de un huracán.

Y que, en esta ocasión, fue seguido de un repentino silencio en el atestado local.

Al echar un vistazo a las mesas cercanas, Yibo percibió que las personas dejaban de hablar, y se giraban para observarlos con mucho más interés del que a él le gustaría.

¡Jesús! ¿Aprenderá alguna vez Xuan Lu a hablar en voz baja? O peor aún, ¿qué será lo próximo que haga, quitarse la ropa y bailar desnuda sobre las mesas?

Otra vez.

Por enésima vez desde que se conocieron, Yibo deseaba que Xuan Lu pudiese sentirse avergonzada. Pero su vistosa, y a menudo extravagante, amiga no conocía el significado de dicha palabra.

Se tapó la cara con las manos e hizo lo que pudo por ignorar a los curiosos mirones. Un deseo irrefrenable de deslizarse bajo la mesa, acompañado de una urgencia aún mayor de darle una buena patada a Xuan Lu, lo consumían.

— ¿Por qué no hablas un poquito más alto, Lu? -murmuró-. Supongo que las personas de Canadá no habrán podido escucharte.

— Oh, no lo sé -dijo un apuesto camarero moreno al detenerse junto a su mesa- Seguramente se dirigen hacia aquí mientras hablamos.

Un calor abrasador tomó por asalto las mejillas de Yibo ante la diabólica sonrisa que le dedicó el camarero, obviamente en edad de acudir a la universidad.

— ¿Puedo ofrecerles algo más? -preguntó, y después miró directamente a Yibo-. O para ser más exactos, ¿hay algo que pueda hacer por usted?

"¿Qué tal una bolsa con la que taparme la cabeza y un garrote para golpear a Xuan Lu?"

— Creo que ya hemos acabado -contestó Yibo con las mejillas ardiendo. Definitivamente, mataría a Xuan Lu por esto-. Sólo necesitamos la cuenta.

— Muy bien, entonces -dijo sacando la nota, y escribiendo algo en la parte superior del papel. La colocó justo delante de Yibo-. Puede hacerme una llamadita si necesita cualquier cosa.

Una vez el camarero se marchó, Yibo se dio cuenta de que había anotado su nombre y su teléfono en la parte superior del papel.

Xuan Lu le echó un vistazo y soltó una carcajada.

— Espera y verás -le dijo Yibo, reprimiendo una sonrisa mientras calculaba el importe de la mitad de la cuenta con su Palm Pilot-. Me las pagarás.

Xuan Lu ignoró la amenaza y se dedicó a buscar el dinero en su bolsillo.

— Sí, sí. Eso lo dices ahora. Si yo estuviese en tu lugar, marcaría ese número. Esta muy guapo el chico.

— Muy joven -corrigió Yibo-. Y creo que voy a pasar. Lo último que necesito es que me encierren por corrupción de menores.

Xuan Lu paseó la mirada por el preciso lugar donde el camarero esperaba, con una cadera apoyada en la barra.

— Sí, pero don Soy Igualito a Brad Pitt, que está ahí enfrente, bien lo merece. Me pregunto si tendrá algún hermano mayor...

— Y yo me pregunto cuánto estaría dispuesto a pagar Yu Chen por saber que su esposa se ha pasado todo el almuerzo comiéndose con los ojos a un chico.

La Maldición de Sean - [ZhanYi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora