CAPITULO IX

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Yibo permaneció inmóvil durante horas, escuchando la respiración tranquila y acompasada de Xiao Zhan, que dormía a su lado. El castaño había colocado una pierna entre sus muslos y le rodeaba la cintura con un brazo.

La sensación de su cuerpo, envolviéndolo, lo hacía palpitar de deseo.

Y su olor...

Le estaba costando la vida misma no darse la vuelta y enterrar la nariz en la fragancia ligera y especiada de su piel. Nadie lo había hecho sentirse así jamás. Tan querido, tan seguro.

Tan deseable.

Y se preguntaba cómo era posible, teniendo en cuenta que apenas se conocían. Zhan lo afectaba de una forma que trascendía el mero deseo físico.

Era tan fuerte, tan imponente... Y tan divertido. Lo hacía reír y lo conmovía hasta lo mas profundo.

Alargó el brazo y pasó los dedos con suavidad por la mano que tenía delante, justo bajo su barbilla. Tenía unas manos preciosas. Largas y elegantes. Incluso relajadas durante el sueño, su fuerza era innegable. Y la magia que obraban en su cuerpo...

No era sino un milagro.

Pasó el pulgar por su anillo de general y comenzó a preguntarse cómo habría sido Xiao Zhan entonces. A menos que la maldición hubiese alterado su apariencia física, no parecía ser muy mayor, no aparentaba más de treinta.

¿Cómo podría haber liderado un ejército a una edad tan temprana? Aunque, a decir verdad, Alejandro Magno apenas si tenía edad para afeitarse cuando comenzó sus campañas.

Xiao Zhan debía haber tenido una apariencia magnífica en el campo de batalla. Yibo cerró los ojos e intentó imaginárselo a caballo, cargando contra sus enemigos. Visualizó una vívida imagen del general vestido con la armadura y con la espada en alto mientras luchaba cuerpo a cuerpo con los romanos.

— ¿Run Nan?

Yibo se tensó al escucharlo murmurar en sueños. Giró sobre el colchón y lo miró.

— ¿Zhan?

Él adoptó una postura rígida y comenzó a hablar en una confusa mezcla de español y griego clásico.

— ¡No! ¡Okhee! ¡Okhee! ¡No! -Xiao Zhan se incorporó hasta quedar sentado en la cama. Yibo no podía saber si estaba dormido o despierto.

De forma instintiva, le toco el brazo. Lanzando una maldición, Xiao Zhan lo agarró con fuerza y tiró de él hasta colocarlo encima de su cuerpo antes de volver a arrojarlo de espaldas sobre el colchón. Los ojos de Zhan mostraban una expresión salvaje mientras lo sujetaba y tenía los labios fruncidos.

— ¡Maldito seas! -gruñó.

— Zhan -jadeó Yibo, luchando por liberarse cuando él presionó con más fuerza en sus manos-. ¡Soy yo, Yibo!

— ¿Yibo? -repitió él con el ceño fruncido, intentando enfocar la mirada sobre su rostro.

Tras parpadear unas cuantas veces, se apartó de Yibo. Alzó las manos y las observó como si fuesen dos apéndices extraños que no hubiese visto jamás. Después clavó los ojos en Yibo.

— ¿Te he hecho daño?

— No, estoy bien. ¿Y tú?

Él no se movió.

— ¿Zhan? -llamó, mientras extendía la mano hacia él.

Él se alejó como si se apartase de una criatura venenosa.

La Maldición de Sean - [ZhanYi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora