CAPÍTULO XIV

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Los días siguientes fueron los mejores de la vida de Yibo. Una vez se acostumbró a la regla de Zhan que prohibía los besos y las caricias íntimas e incitantes, nació entre ellos una relación tan sencilla que le resulto sorprendente y de lo más agradable.

Pasaba los días en el trabajo, almorzaba a menudo con Zhan y Xuan Lu, y dedicaba las noches a tumbarse entre sus maravillosos brazos.

Sin embargo, con cada día que pasaba, saber que iba a abandonarlo a final del mes lo destrozaba más y más.

¿Cómo iba a soportarlo?

Aunque la idea no abandonaba nunca su mente, se negó a pensar en eso constantemente. Viviría el momento y se preocuparía del mañana cuando llegara.

El sábado por la noche quedaron con Xuan Lu y Yuchen en Tip's, en el local del Barrio Francés. Aunque con bastante más afluencia de turistas que el original Tippitinas's, era la noche de Zydeco* y él quería que Zhan escuchara la música que Nueva Orleáns había hecho famosa.

[Zydeco: Estilo musical propio de Nueva Orleáns.]

— ¡Eh! -Les dijo Xuan Lu mientras se aproximaban a la mesa, en el fondo del local-. Empezaba a preguntarme si ibais a dejarnos colgados.

Yibo se sintió enrojecer al recordar el motivo de su retraso. Algún día de estos aprendería a cerrar la puerta del baño mientras se duchaba...

— Hola, Zhan, Yibo -les saludó Yuchen.

Yibo sonrió al ver que Xuan Lu había decorado con pintura fluorescente la escayola del brazo de Yuchen.

Zhan inclinó la cabeza a modo de saludo mientras retiraba una silla para que Yibo se sentara y, después, hizo lo propio a su lado. En cuanto apareció el camarero pidieron cervezas y nachos, y Xuan Lu comenzó a seguir el ritmo de la música golpeando la mesa con la mano.

— Vamos, Lulu -dijo Yuchen con un deje de irritación-. Será mejor que bailemos antes de que tenga que matarte por ese ruidito insoportable.

Con una ligera punzada de envidia, Yibo observó cómo se alejaban.

— ¿Te gustaría bailar? -le preguntó Zhan.

A Yibo le encantaba bailar, pero no quería que Zhan pasara un mal rato. No cabía la menor duda de que él no sabía bailar música moderna. Pero, aun así, fue una invitación muy tierna por su parte.

— No, no pasa nada.

Pero él no lo escuchó. Se puso en pie y le tendió la mano.

— Sí, claro que vas a bailar.

Tan pronto como llegaron a la pista de baile, Yibo comprendió que aquel hombre bailaba tan bien como besaba.

Zhan conocía cada paso y daba la sensación de que había nacido bailando. De hecho, sus movimientos eran elegantes sin perder el toque masculino y fascinante. Yibo nunca había visto a nadie bailar así. Y por las envidiosas miradas femeninas que sentía clavadas en él, podía imaginarse que todas aquellas mujeres tampoco habían presenciado antes nada semejante.

Cuando el grupo terminó de tocar se sentía excitado y sin aliento.

— ¿Cómo...?

— Fue el regalo de Terpsícore -le contestó Zhan mientras le pasaba el brazo por los hombros y lo mantenía fuertemente pegado a su cuerpo.

— ¿De quién?

— De la musa de la danza.

Yibo sonrió.

La Maldición de Sean - [ZhanYi]Onde histórias criam vida. Descubra agora