CAPÍTULO XV

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Xiao Zhan mantuvo la distancia entre ellos lo que quedaba del fin de semana. Por mucho que Yibo había intentando derribar aquella barrera invisible que lo rodeaba, él no dejaba que se acercara.

Ni siquiera quería que le leyera.

Totalmente descorazonado, se fue al trabajo el lunes por la mañana, aunque ni siquiera debería haberse molestado en acudir a la consulta. No podía concentrarse en otra cosa que no fuesen unos celestiales ojos cafés, cargados de confusión.

— ¿Wang Yibo?

Yibo alzó la mirada del escritorio y vio a una mujer rubia, increíblemente hermosa, de poco más de veinte años que estaba parada en el hueco de la puerta. Parecía que acababa de salir de un desfile de modas en Europa, aquella belleza escultural llevaba un traje de seda roja de Armani con medias y zapatos a juego.

— Lo siento -le dijo Yibo-. Mi hora de visitas ha acabado. Si quiere volver mañana...

— ¿Tengo aspecto de necesitar a un sexólogo?

A primera vista, no. Pero claro, Yibo había aprendido hacía ya mucho tiempo a no hacer juicios apresurados sobre los problemas de la gente.

Sin esperar invitación, la mujer entró tranquilamente a su consulta con un andar presuntuoso y elegante que a Yibo le resultaba extrañamente familiar. Caminó hacia la pared donde estaban colgados sus títulos y certificados.

— Impresionante -le dijo. Aunque su tono expresaba todo lo contrario.

Se volvió para observarlo con detenimiento y, por la mueca burlona en su rostro, Yibo supo que la mujer lo encontraba seriamente deficiente.

— No eres lo bastante hermoso para él, ¿sabes? demasiado bajo y rechoncho. ¿Y dónde has encontrado ese pantalón?

Completamente ofendido, Yibo adoptó una postura rígida.

— ¿Cómo dice?

La mujer ignoró su pregunta.

— Dime, ¿no te molesta estar cerca de un hombre como Zhan, sabiendo que, si tuviese otra opción, jamás querría estar contigo? Tiene un cuerpo tan bien formado, esbelto, elegante... Tan fuerte y aguerrido... Sé muy bien que nunca antes has tenido detrás de ti a un hombre como él, y que jamás habrá ningún otro.

Atónito, Yibo fue incapaz de emitir una palabra.

Y tampoco tuvo que hacerlo; la mujer siguió sin detenerse.

— Su padre era como él. Imagínate a Zhan con el pelo oscuro, un poco más bajo y más robusto, no tan refinado. Pero, aun así, ese hombre tenía unas manos que... Mmm... -Sonrió pensativamente, con la mirada perdida-. Por supuesto Diocles tenía todo el cuerpo marcado por horribles cicatrices de las batallas; tenía una espantosa que le atravesaba la mejilla izquierda. -Entrecerró los ojos con ira-. Jamás olvidaré el día que intentó marcar a Zhan con una daga, para hacerle esa misma cicatriz. En ese momento hubiera deseado que viviese lo suficiente para arrepentirse de esa infracción, pero me aseguré de que no lo hiciera. Zhan es físicamente perfecto, y jamás permitiré que nadie estropee la belleza que yo le di.

La fría y calculadora mirada que Afrodita dedicó a Yibo hizo que éste se estremeciera.

— No compartiré a mi hijo contigo.

La posesividad que encerraban las palabras de la diosa despertó la ira de Yibo. ¿Cómo se atrevía a aparecer ahora y a decir tal cosa?

— Si Zhan significa tanto para ti, ¿por qué lo abandonaste?

La Maldición de Sean - [ZhanYi]Where stories live. Discover now