6. Al caído, caerle

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—¿Hay algunas olimpiadas especiales para brigadistas? Porque seguro tú te llevas la medalla de oro en los cien metros planos... —dijo Luna y todos rieron.

Esperaban en la zona de evacuación del conjunto residencial —el parqueadero, en otros momentos— a que el administrador del conjunto les diera un parte de tranquilidad para regresar a su apartamento, tal como indicaba el manual de convivencia.

—Y eso porque las competencias no se hacen bajando escaleras, si no ahí seguro bate un record mundial —agregó Lina.

—Tal vez podríamos proponer esa nueva disciplina en las Olimpiadas, seguro así salimos de pobres. —Ricardo ya estaba empezando a cansarse de las bromas a sus expensas, pero le parecía divertido y hasta sano para relajar la tensión. Era mejor ser el payaso que un ave de mal agüero o algo parecido.

—Yo lo comprendo —interrumpió Sebastián—. Una vez me pasó lo mismo.

Ricardo quiso preguntar dónde y cuándo había sucedido la anécdota de su nuevo compañero de apartamento, pero pensó en que probablemente lo había dicho para simpatizar con él y no quiso ponerlo en aprietos obligándolo a inventar rápidamente una historia que respaldara el gesto amable. 

—¿Ven? No soy al único que le pasa, parece que es algo de familia —dijo y miró a Sebastián con una mirada que decía «muchas gracias».

—Pero ustedes ni siquiera son familia... —dijo Luna.

—Somos familia política —respondió Ricardo con mucha seguridad.

—Y hasta donde sé la familia política no tiene los mismos gen... —Ricardo puso la mano sobre la boca de su hija para zanjar el tema.

—Señoras y señores, ya se ha hecho una inspección de las estructuras y la mampostería de los edificios, todo está bien, pueden regresar a sus apartamentos —interrumpió la charla el administrador del conjunto.

—¿Pe... pero sí es seguro volver? —preguntó Camila muy nerviosa.

—Ya oíste al hombre, hija. Ya han inspeccionado y todo es seguro.

—Pero apenas ha pasado media hora, ¿quién puede inspeccionar en tan poco tiempo?

—Los profesionales —dijo Lina con algo de molestia.

—¿Cuáles profesionales? No me digan que hay un grupo de arquitectos o ingenieros o qué se yo viviendo aquí, dispuestos a inspeccionar cada estructura del edificio cada vez que este tipo de cosas pasen.

—No creo, pero... —Cecilia no sabía qué decir para tratar de tranquilizar a la chica y que ya todos pudieran regresar a dormir, especialmente ella que estaba soñando que tenía una cita romántica con George Clooney—, mañana podremos preguntarle al administrador cómo se encargan de esas inspecciones, ¿te parece? Estoy segura de que tienen todo un protocolo para estos casos.

La chica miró por unos pocos segundos a cada miembro de su familia y luego se acercó a su papá para que los demás no escucharan lo que tenía que decir.

—Estoy segura de que el administrador buscó en Youtube: ¿Cómo inspeccionar apartamentos pobres para que no se caigan?

Shhh, hija, no seas así, que te pueden escuchar. 

—Camila, estoy segura de que hay un buen protocolo para estas emergencias, te lo dice un brigadista certificado —dijo Ricardo para tranquilizarla, aunque todos voltearon a mirarlo como para recordarle qué clase de brigadista era.

No pudieron evitar soltar la carcajada. Incluso Camila rio un poco. 

—Bueno, yo creo que hasta los brigadistas saben que no dormir es mucho más peligroso que asustarse por un terremoto, entonces, caminemos... —dijo Cecilia poniendo las manos sobre las espaldas de sus hijas para que se unieran a la masa de vecinos que se dirigían hacia el ascensor del edificio. 

El infierno tiene un solo baño - ONCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora