01. Símbolos

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En la mañana del primer día de Dazai como nuevo líder de la Port Mafia, el cielo sangra de color rojo carmesí.

Adecuado, supone Dazai, considerando la cantidad de sangre que se ha derramado durante la última semana en la que la organización europea Mimic invadió Yokohama e incendió el bajo mundo para encontrar la absolución en sus llamas justicieras.

Se perdieron vidas. Se destruyeron edificios. Un libro se descubrió. Un viejo jefe pereció. Uno nuevo surgió.

Dazai deja escapar un suspiro mientras se aparta de la vista del horizonte de la ciudad y mira a su alrededor. Muebles finos y antiguos. Techos negros. Suelos negros. Una alfombra que hace juego con el color rojo vino de su bufanda. Es oscuro, elegante y místico, como lo era Mori.

En definitiva, a Dazai le sienta como anillo al dedo, y es plenamente consciente de ello. Sin embargo, tendrá que cambiar las cosas por aquí.

El estridente timbre del teléfono rompe el silencio de la habitación y Dazai siente que sus huesos se fatigan a causa de todas las tediosas intervenciones que conlleva este puesto.

—¿Sí?

—B-Boss, Akutagawa Gin está aquí para verlo.

Dazai sonríe en silencio.

—Que pase.

A medida que pasan los segundos, se acomoda detrás del escritorio, ajustando la altura de su silla antes de meterse sin esfuerzo en su nuevo rol una vez que escucha las puertas abrirse.

Gin es seguida por varios guardias a sus espaldas. Otra regla: no hay reuniones con extraños a menos que alguien más esté presente. Tedioso. Irritante. Eficaz.

—Espero que me hayas traído un regalo. —dice Dazai, apoyando la barbilla en sus dedos entrelazados.

Gin le ofrece un tímido asentimiento con la cabeza antes de colocar una carpeta gruesa y demasiado llena en el escritorio.

—Excavé hasta donde pude. Los últimos once años fueron un juego de niños, pero todo lo anterior a eso...—sus labios se presionan juntos—. Fue difícil. Pero no imposible.

No hace ni unos días, Gin era una niña olvidada en el barrio pobre, criada por un puñado de niños y un hermano que, al final, eligieron la violencia sin sentido por una gota de venganza antes que a ellos. Dazai les dio una opción: morir en ese basurero que llamaban hogar o venir a trabajar para él.

Dazai podría haber recurrido a uno de los subordinados de confianza de Mori para mandar a hacer esta tarea, especialmente si era algo tan sencillo como esto, pero intuye que, a diferencia de la bufanda en su cuello, la confianza no se transmite de un líder a otro. Se gana.

Así que, por muy fácil que fuera simplemente apoderarse de todo lo que Mori construyó aquí, Dazai tendrá que crear su propio castillo si quiere seguir sentado en el trono, y eso significa crear su propio círculo interno mientras localiza y erradica a las plagas. Gin es el primer paso de un camino de mil kilómetros.

Y Gin creció en la ciudad de Suribachi. Es por eso que le dio esta tarea específica como su primera asignación.

—Veamos —Dazai sujeta la carpeta y la abre para ver una fotografía simple en la primera página. Debe haber sido tomada en las últimas veinticuatro horas. Al mirarla, Dazai murmura—. Ahí estás.

Puede que su ascenso al piso más alto del edificio haya ocurrido hace menos de un día, pero Dazai ha estado ocupado desde entonces. No sería exagerado decir que ha aprendido más en ese tiempo que en los últimos dieciocho años de su lamentable existencia.

Una lección de espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora