37. Complejo de Dios

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Entra en su dormitorio, desesperado por darse una ducha, cuando el repentino parpadeo de la luz de una lámpara le hace dar un respingo.

—Santa mierda —jadea, agarrándose el pecho—. ¿Qué demonios, Dazai?

Dazai, recostado en el sillón de la esquina de la habitación, se inclina hacia adelante y apoya los codos en sus rodillas; la mitad de su rostro se cubre de sombras difusas.

—¿Tuviste un buen día en el trabajo, cariño?

Lo sabe, es el primer pensamiento que cruza la mente de Chuuya.

El segundo es la orden de ponerse las pilas. Este es Dazai. Solo Dazai.

—Iba a darme una ducha y luego venir a verte —dice, aflojándose el cuello de la camisa con movimientos impacientes y apresurados—. Sé lo que vas a decir, pero...

—¿Es una nueva tendencia? ¿Que sepas lo que voy a hacer?

—...tenía una buena razón para hacer lo que hice —continúa Chuuya, ignorando el comentario sarcástico—. Era eso o arriesgarme a que Kouyou fuera contra ti.

Al otro lado de la habitación, Dazai lo mira con ojos vacíos.

Chuuya toma aire y vuelve a intentarlo.

—Supuse que tenías un plan para utilizar a los huérfanos contra la Agencia en algún momento, pero el Coronel lo descubrió. Sabes tan bien como yo lo que habría pasado si no hubiéramos hecho nada al respecto —le hace un gesto a Dazai—. Así que solo adelanté tus planes a tu línea temporal.

Listo.

Fácil.

—¿Y qué plan, digamos, se supone que es ese? ¿El mío o cualquier idea a medias que hayas decidido impulsivamente poner en marcha?

Chuuya chasquea la lengua.

—Te lo dije...

—Te escuché, alto y claro —interrumpe Dazai, con una voz tan seca que desgarra la compostura de Chuuya—. Simplemente no me importa lo que parecía la mejor opción en ese momento. Lo que me importa es que hubo una razón por la que nunca actué sobre esa información, y sabiendo eso, la ignoraste. Fuiste a mis espaldas.

—Para ayudarte —señala Chuuya porque Dazai decidió omitir convenientemente esa parte—. Lo hice para que tu gente no se volviera contra ti.

—No, lo hiciste porque no piensas.

Inhala bruscamente con las fosas nasales encendidas.

Dazai se da cuenta, su único ojo se vuelve frío e infinito cuando se concentra en él.

—No piensas, Chuuya. Actúas, y eso puede haber sido suficiente hasta ahora, pero no puedes confiar solo en tus instintos por el resto de tu vida. ¿Dices que quieres tres años en la cima? Entonces empieza a pensar porque yo no voy a poder hacerlo por ti todo el tiempo.

—¿Qué debería haber pensado entonces, eh? —Chuuya da un paso al frente para mirarlo mejor—. ¡Tienes un valioso material de chantaje que podríamos haber usado hace semanas, pero en vez de eso tuviste un colapso! Ahora alguien se enteró, y si yo no hubiera hecho algo al respecto, ¡alguien más lo habría hecho! Así que adelante, ilumíname. ¡¿Qué se supone que debía pensar cuando fuiste tú el que jodió todo?!

—Deberías haber visto más allá de las tácticas baratas de manipulación de Kouyou —dice Dazai—. Como mínimo, esperaba eso de ti.

—No hagas eso. No me hables como si fuera un maldito imbécil que no sabe distinguir la izquierda de la derecha.

Una lección de espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora