08. Llave de mariposa

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—¿Chuuya?

Al darse cuenta de que Dazai lo está mirando, se aclara la garganta.

—Yo... —probablemente podría encontrar una excusa para explicar por qué está aquí. Podría decir que quiere esconder el huevo de dragón (y esconderse a sí mismo.) Utilizar todo el tiempo que tiene para prepararse para aquella reunión. Practicar la escritura y la lectura. Pero todo eso parece volar lejos de su cabeza en este momento, así que se conforma con la simple verdad—. Alguien vomitó en mi cama.

La cabeza de Dazai se inclina.

—Oh. Lo siento.

Pero tal vez fue una decisión equivocada, porque ¿qué se supone que Dazai debe hacer al respecto? Chuuya no puede...

—Por suerte para ti, aquí hay espacio más que suficiente para ti —Dazai le da un golpecito al sofá antes de pasar por delante de él para dirigirse al otro lado de la habitación, abriendo un gabinete—. Toma el sofá si quieres.

Chuuya lo observa sacar dos copas.

—¿No te importa?

—Bueno, ha pasado un tiempo desde que me quedo con alguien —Dazai le guiña un ojo—. Así que puede que esté un poco necesitad-

—Cállate —como Chuuya lleva una botella y Dazai lleva copas, no es difícil averiguar para qué son—. Dame eso —murmura, extendiendo la mano para servirse un vaso después de encontrarle a Kafka un lugar cálido y acolchado en el sofá.

—No te preocupes, nadie te va a robar esa botella, Chuuya. De hecho, tengo bastantes más en mi arsenal.

—No me preocupa eso. Es solo que... me vendría muy bien un trago ahora mismo.

Dazai no se esfuerza por burlarse de él. En lugar de eso, le hace un gesto a Chuuya para que le extienda su copa y así poder verter el vino en su interior, antes de hacer lo mismo para él mientras se acomoda al lado de Chuuya, donde está apoyado en el respaldo del sofá.

—Podemos comprarte una cama nueva —ofrece después de que Chuuya toma unos sorbos—. No tienes que dormir en eso.

Resoplando en seco, Chuuya le lanza una mirada plana.

—No necesito una cama nueva solo porque alguien vomitó en ella.

—Pero es antihigiénico. —Dazai arruga la nariz.

—Sí, para eso está la lavandería, idiota. Obligaré a Shirase a limpiarlo por la mañana. Simplemente no quería dormir allí esta noche.

Dazai frunce los labios, pero no insiste más allá de eso.

El silencio cae sobre ellos, pero no es tenso ni incómodo. Al contrario, es relajante. Tranquilizante. Y es extraño que de todos los lugares y de todas las personas, Chuuya encuentre este tipo de comodidad aquí. Con Dazai.

Al mismo tiempo, algo en su pecho se apretuja porque esto no solo es fugaz, sino que probablemente tampoco sea real.

—¿Otra copa? —pregunta Dazai.

Chuuya hace una mueca al ver que, efectivamente, su vaso ya está vacío. No es su culpa que este sea el vino más delicioso que haya bebido alguna vez. Demasiado bueno para siquiera saborearlo.

—Sí. —suspira y mira cómo Dazai le sirve otra—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Claro. —dice Dazai, colocando la botella vacía en el suelo.

—¿Crees que las habilidades son malas por naturaleza? —la expresión de Dazai no cambia, sigue tan relajado y contento como siempre, pero tampoco habla de inmediato—. ¿Recuerdas que dijiste que algunas flores florecen mejor en la oscuridad? ¿Piensas lo mismo de las habilidades entonces? —añade Chuuya.

Una lección de espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora