48. Seducción embriagadora

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Lo primero que Chuuya ve a la mañana siguiente es una sonrisa borrosa.

—Buenooooos días~

Gruñendo, vuelve a cerrar los ojos con firmeza y entierra la cara en la almohada. Tan caliente. Tan cómoda. Y estaba teniendo un sueño tan agradable. Aún es pronto para despertarse.

—Supongo que entonces tendré que comerme estos cruasanes yo solo. Qué pena...

Eso no es lo que tira de la cabeza de Chuuya hacia atrás. Es la voz. Tan familiar, justo como en sus sueños.

Los recuerdos comienzan a filtrarse.

Espera.

No es un sueño. ¿O lo era?

Se levanta bruscamente y parpadea, con los ojos irritados por el sueño. Dazai está acostado de lado, apoyando la cabeza con una mano y mordisqueando un cruasán con la otra, dejando migas por toda la cama.

Chuuya siente alivio en el pecho. No es solo un sueño. Es la realidad.

—Buenos días —dice después de otro momento agotado y se pasa una mano por la cara—. ¿Qué hora es?

Dazai hace un ruido indescifrable alrededor de la comida que tiene en la boca antes de tragar con fuerza.

—¿Quieres un cruasán?

—No —Chuuya se desliza fuera de la cama, rascándose la nuca—. Tengo muchas ganas de orinar. ¿Qué hora es?

—Las ocho.

—¿De la mañana?

—Uh-uh.

¿Cuándo se fue a dormir?

Los ojos de Chuuya se abren cuando le llega la respuesta. Alrededor del mediodía. Durmió casi un día entero.

Después de tirar de la cadena, se lava agresivamente las manos, la cara y se cepilla los dientes. Podría darse una ducha, pero eso le tomaría aún más tiempo.

—¿Por qué no me despertaste? —pregunta, robándole un cruasán a Dazai y metiéndoselo en la boca—. ¿Alguien...? —se detiene para masticar y tragar—. ¿Alguien vino a verme?

—Relájate, ya me ocupé de todo. Ese montón de papeleo sobre tu mesa está terminado, tus ejecutivos están tranquilos, Yuan y Albatross saben que has estado descansando, como debe ser, y envíe algunos pedidos por correo. No te perdiste nada importante.

Chuuya baja el ritmo. Traga la comida con menos urgencia y más gracia.

—Ah.

—Entonces siéntate y preocúpate por mí en su lugar —agarrándose el pecho, Dazai forma un mohín con el labio y resopla—. Tu solitario y descuidado novio fantasma que tuvo que esperar siglos a que despertaras.

—¿Dormiste?

Los ojos de Dazai se apartan de él mientras toma otro bocado.

—No.

Chuuya se sienta frente a él, frunciendo las cejas.

—¿Acaso tienes que dormir?

—Puedo si quiero.

—¿No querías?

—Prometí asegurarme de que estarías bien.

—No voy a morir mientras duermo —señala Chuuya mientras toma otro cruasán y muerde un trozo. Dazai está trazando patrones en las sábanas, desinteresado por la preocupación de Chuuya o sus intentos de comprenderlo y la forma en que funciona ahora. Si no necesita dormir, ¿qué otra cosa es diferente? ¿Tiene hambre? ¿Sed? ¿Dolor?

Una lección de espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora