32 | Prueba de confianza.

384 62 134
                                    



Territorio de los Nephers,
ocho horas después.



Tim Hoffman me está ahogando. Sus manos me presionan la cabeza debajo del agua y sé casi al instante que estoy teniendo otra pesadilla. No, un recuerdo.

Alguien arranca a Tim Hoffman de mí. Una mano se hunde en el interior de la piscina para sacarme del agua. Unos instantes después, estoy en los brazos de alguien mientras intento recuperar el aliento. A unos pasos de mí, alguien, un chico de pelo blanco, está inmovilizando a Tim Hoffman contra el suelo. Cuando levanto la vista, unos ojos verdes me devuelven la mirada. Me pregunta si estoy bien.

Antes de poder despegar los labios para hablar, los recuerdos se convierten en una nube de oscuridad y la escena se desvanece en el fondo de mi cabeza. Todo se confunde en mi mente y se mezcla como un remolino de recuerdos. Y entonces mi memoria retrocede en el tiempo hasta la noche en la que Clint murió.

Una figura alta y oscura está parada frente a Clint. No puedo verle la cara. Solo veo el arma que le tiende. Clint la coge y se presiona el cañón de la pistola contra la sien. Yo grito. Suena un disparo y el cuerpo de Clint cae contra el suelo en un ruido sordo que me paraliza el corazón. El hombre desaparece en la penumbra y me quedo sola.

Pasan varios segundos, minutos o quizá horas, hasta que me armo valor para moverme. Está oscuro, hace frío y estoy temblando. Me levanto y me dirijo al cadáver de Clint, pero antes de poder acercarme lo suficiente, alguien tira de mí hacia atrás y me tapa los ojos para que no pueda ver a Clint.

No me importa quién es, solo forcejeo, rompo en llanto y me retuerzo para que me suelte, pero el agarre de la persona que está tirando de mí cada vez más lejos del cuerpo de Clint es firme y consigue alejarme de ese lugar. Me dice algo y creo que está intentando tranquilizarme. Pero, de todo lo que dice, solo consigo entender cuatro palabras:

—Lo siento mucho, cielo.

Después, todo vuelve a desaparecer de nuevo y lo próximo que sé es que estoy en un hospital. Sé que ese mismo chico me había llevado ahí. Pero no hay nadie conmigo en la sala salvo una mujer. Lleva una bata. Me dice que Clint ha muerto, que ha sido un accidente de tráfico y que es un milagro que yo no tenga ni una sola herida. Pero yo sé que no es un milagro. Sé que Clint se había disparado y que, por alguna razón, nadie me cree.

Abro la boca para volver a explicarle lo que ha sucedido realmente pero mi voz se corta y no puedo hablar. Entonces el recuerdo vuelve a desvanecerse y cuando abro los ojos en medio de un jadeo ahogado, cuatro paredes de cristal oscuro se alzaron a mi alrededor.

La prisión.

Los recuerdos volvieron de uno en uno.

Estaba encerrada. Axian había dado la orden a sus guardias de encerrarme aquí, aunque yo había esperado que les diera la orden de matarme. Pero sabía que solo lo haría en una ejecución pública. Como hizo Afgan Bieslack con Karan y Anur. Un Asphar y una Nepher traidores y su hija mestiza ejecutados de la misma manera, en el mismo lugar y por los mismos Nephers. Un gran acontecimiento para los libros de historia.

Mi espalda crujió dolorosamente cuando me erguí, apoyando la espalda en la pared. Anoche me había quedado dormida en una postura incómoda por culpa del inhibidor grueso que me rodeaba el cuello.

El chasquido silencioso de la puerta me sobresaltó. La puerta de mi celda empezó a deslizarse a un lado, casi como si hubieran estado esperando a que yo despertara para abrirla.

Cinco personas aparecieron detrás. En una formación perfecta. Reconocí a la primera persona que ocupaba el vértice de la formación: la chica que había dejado huir a Kilian porque, al parecer, lo conocía. Dos guardias más altos y más grandes ocupaban su lado izquierdo y derecho, y otros dos guardias detrás de ella. La chica me recorrió estoicamente con la mirada antes de hablar:

SEVEN ©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu