31 | Qué mal día para morir.

545 66 201
                                    



Shad condujo durante casi dos horas.

Fue tiempo suficiente para que mi pierna se curara por completo y tiempo también suficiente para repasar el plan de entrada y salida de la prisión. Shad e Iss se mostraron escépticos sobre la información que Saige y Dean les habían proporcionado sobre la Prisión Central porque no se fiaban de ninguno de los hombres que trabajaban para Nerox. Pero me encontré convenciéndoles de que Saige no nos engañaría. Aunque me había mentido, yo seguía confiando en él.

Ishtar me dijo que aunque en territorio Nepher solo Axian, su Segunda al mando y su comandante —los Nephers que habían asistido a la reunión— eran los únicos que conocían mi aspecto físico, ella ocultaría mi aura para no correr riesgos. Que, aunque ella era psíquica también, no tenía el poder que tenía Thais, así que no podría ocultar mi aura durante mucho tiempo, pero podía hacerlo por un par de horas.

Eso fue lo único que pronunció Iss antes de pasarse todo el camino en silencio, moviendo nerviosamente las piernas. Estaba preocupada. Noté cómo Shad colocaba una mano sobre su pierna para tranquilizarla. Se miraron un segundo y él le envió una mirada reconfortante antes de devolver su atención a la carretera. Los observé con curiosidad. Iss me había dicho que ellos dos se acostaban, pero eso parecía ser todo. No parecía que hubiera nada más entre ellos solo por la forma en que se miraban. Solo una bonita y... reforzada amistad.

Estaba completamente segura de que el corazón de Iss estaba con otro chico de ojos verdes, aunque ella fuera demasiado orgullosa para admitirlo.

Shad aparcó varios metros lejos de la prisión para que termináramos el resto del camino a pie y así atraer menos la atención hacia nosotros. Nos equipamos con las armas necesarias antes de echar a andar a paso ligero, en silencio. A los veinte minutos divisamos a lo lejos un edificio enorme y ancho de piedra blanca. A simple vista parecía una base militar, con una enorme cerca vallada de metal formando un semicírculo alrededor de ella.

Shad quiso asegurarse de que la información que nos había dado Saige era correcta antes de entrar, así que esperamos afuera, detrás de la cerca metálica donde los guardias no pudieran vernos, agachados. Como nos había dicho Saige, en la parte frontal de la prisión había dos guardias custodiando la enorme puerta, el primero justo frente a la puerta y el segundo a unos cinco metros frente a él. Vigilando.

También, como nos dijo Saige, a los quince minutos exactos según el reloj de Shad, cambiaron las posiciones: los dos, coordinados, giraron hacia la izquierda y desaparecieron para ir a custodiar la puerta del ala oeste de la prisión. Al mismo tiempo en que estos doblaban a la izquierda, salían de la derecha otros dos guardias y ocupaban la misma posición que los dos anteriores. Rotando posiciones.

Entonces empezó la cuenta atrás.

—Esperad aquí —susurró Shad.

Como hizo en la celda de Nerox, su cuerpo se desintegró en pura oscuridad, fusionándose con las sombras del suelo. Se deslizó rápidamente en el suelo, atravesando la cerca. Iss y yo lo seguimos con la mirada, conteniendo la respiración. Si nos descubrían...

Iss me agarró la mano.

—Todo irá bien. —La alenté.

Aunque sabía que mis palabras no iban a tranquilizarla, porque notaba la preocupación en sus ojos. Y lo entendía.

Para nuestro alivio, Shad fue muy sigiloso. Y entendí que, bueno, Rage los había preparado precisamente para este tipo de situaciones. Para ser unos soldados eficientes.

La sombra siguió su camino hasta pararse detrás del primer guardia, y entonces Shad se materializó lentamente, tomando forma corporal de nuevo, con una expresión distorsionada por la venganza. Le tapó la boca al guardia mientras le hundía un cuchillo en el cuello. No en la yugular, sino algo más abajo para que tardara algo más en morir.

SEVEN ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant