14 | Hay que admitir que lo pareces un poco.

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La sangre bombeaba con fuerza en mis oídos y el sonido del planeta se esfumó por completo. Una oleada de miedo me arrolló el corazón. Shad ya no estaba delante de mí cuando levanté la vista con el pánico todavía golpeándome en el pecho. Se había mezclado con los demás.

Casi todos los hombres de Karan estaban en el suelo cuando volví la cabeza a un lado. Isaac acababa de derribar al último de ellos cuando despegué los labios con un susurro en mi garganta:

—¿Isaac? —Mi voz era un murmullo bajo. Sabía que era imposible que cualquiera de ellos me hubiera escuchado.

Pero me escuchó.

Isaac se giró abruptamente hacia mi dirección. Kilian, Elías y Thais lo hicieron un par de milisegundos después. Mis ojos estaban abiertos con horror. Primero ninguno comprendió. Sus ojos se detuvieron en la sangre deslizándose desde mi hombro.

Escuché a Isaac maldecir entre dientes. 

Se teletransportó hasta mí en lo que duró un parpadeo. Mis rodillas se flexionaron, pero me atrapó con los brazos antes de caerme de bruces contra el suelo. Volví a oírlo maldecir. Me apoyó la espalda contra el respaldo del sofá. Se puso de rodillas frente a mí.

Ese solo movimiento envió una oleada desgarradora y ardiente de dolor por mi brazo y un jadeo áspero escaló por mi garganta. Calor. Sentía mucho calor en el hombro. Y frío en el resto del cuerpo. Tanto frío que no podía dejar de temblar. El primer pensamiento que me cruzó por la mente fue tan súbito y aterrador que miré a Isaac a los ojos y le solté en un susurro tenso:

—Voy a morir.

Isaac me presionó la palma de la mano en el hombro para bloquear el sangrado y entonces me puse a gritar. Presionó con fuerza. Y yo no podía dejar de gritar. Cerré los ojos con fuerza, las lágrimas deslizándose por las esquinas de mis ojos.

—Eso no va a pasar, cielo. —Su voz era firme, pero notaba la tensión en cada una de las letras que había pronunciado—. Mantén los ojos abiertos y no dejes de mirarme, ¿de acuerdo? Pase lo que pase no dejes de mirarme.

El esfuerzo que me llevó levantar los párpados fue sobrehumano. Los ojos de Isaac estaban delante de mí, profundos y seguros. Asintió, y volvió a repetirme que no dejara de mirarlo mientras me presionaba el hombro. Le gritó algo a los demás. Algo sobre que necesitaba algo para pararme la hemorragia. Volvió a decir algo más pero lo único que veía era cómo se movían sus labios rápidamente. Cualquier sonido había pasado a un segundo plano. Sabía que desmayarme en situaciones como estas solo empeoraba las cosas, así que me concentré en clavar los mis ojos en los suyos con miedo. Me concentré en mantenerme a flote.  Parpadeando. Temblando.

—Pero ¿¡qué coño!? ¿¡Por qué la han disparado!? —gritó Elías cuando llegó hasta nosotros, poniéndose de rodillas al lado de Isaac, los ojos abiertos—. ¿No se supone que Karan la quiere viva?

—Ese tío querría disparar a alguno de nosotros y le habría disparado a ella sin querer —Shad señaló al hombre que estaba a unos centímetros de mí, el hombre que se me había acercado y que Shad mató antes de dispararme a mí después—. No me extraña, este sitio parecía un campo de tiro.

Mis ojos se movieron hacia Shad y encontré que él ya me estaba mirando. Sus ojos eran dos orbes castaños que me contemplaban con triunfo. Y con... odio, comprendí. Y sabía que si los demás no estuvieran aquí, estaría sonriendo.

Yo no era la única que estaba mirando a Shad. Thais también lo hacía. El psíquico observaba al afroamericano con seriedad.

Isaac no prestaba atención a nadie. Con la mandíbula tensa, me separó ligeramente la espalda del sofá para mirar detrás de mi hombro. Algo parecido al alivio le relajó la expresión.

SEVEN ©Where stories live. Discover now