Capítulo #1

263 99 103
                                    

Hay quien dijo una vez que tiempo pasado siempre es mejor, lo comprendo por completo.

*hace 8 años*

‒ Linda ya llegué ‒anuncié entrando a la casa donde vivía con mi resiente esposa.

‒ Hola, amor ‒me recibió con mucho cariño, con un beso y en la puerta‒ ¿Cómo te fue hoy?

‒ Hay mejores, pero no pierdo la mirada del premio, tengo la confianza de que ese ascenso está cerca.

‒ Y seguro te lo darán, te lo mereces ‒me alienta ella muy amorosa sirviendo la comida.

*actualidad*

La puerta se cierra con brusquedad seguida de un grito de una mujer histérica quejándose el día entero, por todo y nada.

‒ Intenta romperla, que con tu sueldo de mierda seguro puedes comprar otra ‒me recrimina.

‒ Cállate maldita bruja ‒me tenía cansado, siempre con lo mismo, quejándose de que no nos alcanzaba el dinero para sus estupideces, ella también tiene un título, debería mover el culo y buscar trabajo si quiere darse los lujos que tanto desea.

‒ Si no tuviéramos hijos te juro que me... ‒la interrumpo.

‒ Te dije que te callaras, y no los metas en esto ‒ordene antes de irme a bañar, estaba hecho polvo, lo único que me alegro ese día, al igual que muchos otros fue ver a mis hijos; el mayor de 7 años, Lucien; y el más pequeño de 4, Oliver. Mi mujer se ha convertido en un martirio, pero nunca me arrepentiría de haberlos tenido. No cometería lo mismo que hicieron mis padres conmigo.

No los culparía de mis desgracias, trataría de darles lo que yo no tuve, incluyendo amor y apoyo, ambos ya mostraban afinidades por algo, y los ayudaría mejorar, pero que sea por pasión y o por beneficio propio. Lucien le gustaba correr, participaba en carreras y asistía a todas ellas, asegurándome de que si pierde o gane, sepa que hizo un buen trabajo y que estaba orgulloso.

Oliver, por otro lado, le gustaban los peces, le interesaba mucho la biología marina; así que para su cumpleaños número 4 lo lleve al acuario, valió la pena por verlo reír todo el día, y observar cada cosa con tanta ilusión.

‒ Papá, ¡mira! ‒se me acerco el más pequeño, mostrándome una hoja con un dibujo de relieve marino.

‒ Está increíble ¿Lo hiciste tú? ‒si el encuentro con mi esposa me ha dejado una mueca, esto lo borra por una sonrisa al ver a mis hijos, era inútil ocultar que no había algo bien entre sus padres, pero vale la pena intentar disimularlo.

‒ ¡Papá! ‒se aproxima el mayor extendiendo sus brazos para abrazarme, correspondo al único comento del día en que agradezco este matrimonio.

‒ ¿Cómo estás, campeón? Algo nuevo que reportar.

‒ Tengo una carrera en dos semanas ¿Vas a ir?

‒ No me lo perdería ‒con eso, camino por pasillo en dirección al baño a quitarme la mugre.

‒ ¡A comer! ‒grita desde la cocina mi mujer, bajo rápido por el hambre y para que no se irrite más. Uno esperaría que la hora de la cena fuera sagrada, pero es donde más abundan problemas, porque todos estallan juntos‒ nos invitaron a una fiesta la semana que viene ‒menciona Helen revolviendo su comida.

‒ ¿De quién? ‒fingiendo interés.

‒ Los vecinos, quieren celebrar que por fin terminaron de hacer su piscina en el patio.

‒ Solo es una escusa para presumir.

‒ Aun así quisiera ir.

‒ Adelante no hay problema ‒autorice.

Juego De PeonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora