DIFERENTES

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Cuando Eddie tenía tan solo ocho años sus padres murieron, y con ello, Eddie quedó completamente solo. Y desafortunadamente, al llegar al orfanato, no le fue muy bien.

En primera, nadie se le acercaba, más que nada por que era diferente. Mientras los demás niños preferían jugar con el balón o hacer travesuras, Eddie simplemente se la pasaba cargando una libreta y un lápiz en donde escribía sobre todo. Escribía historias fantásticas e imaginaba que alguien llegaba y su vida inesperadamente mejoraba. Soñaba y escribía sobre su futuro, sobre él y sus metas...

Eddie vivía soñando.

El resto del mundo no.

Y por eso era diferente, por eso nadie intentaba comprenderlo o acercarse a él. Porque nadie lo entendía. Y con el tiempo, Eddie lo entendió, a la mala, con burlas y amenazas.

-¡Que no se vuelva a repetir Brock!

Con esa amenaza a gritos, Eddie es lanzado bruscamente contra la pared por Riot, un joven de dieciséis años -tres años mayor que él- que se impone frente a Eddie, el cual ya estaba en el suelo intentando recomponerse.

-No trates de hacerte el héroe Brock, acéptalo -exclamó el chico mordazmente-. ¡No eres nada! -y mientras Riot le gritaba, le volvió a soltar otra patada directamente en el estómago-. Así que vuelve a meterte en otra pelea que no te incumbe Brock, y la próxima vez, no tendré compasión.

Detrás de él, algunos chicos habían empezado a amontonarse, pero el que más llamaba la atención era un chico pelinegro que sonreía macabramente. Drake.

Eddie había tratado de detenerlo cuando empezó a molestar a un pequeño niño pelirrojo, pero no esperó que las cosas terminarían así.

Con Eddie tirado en el suelo y siendo humillado por Riot.

Nadie ayudó a Eddie a levantarse, nadie se acercó a preguntarle si esta bien. Pero eso no importaba, Eddie ya estaba acostumbrado a eso, a que nadie lo notara.

Ya casi no dolía.

Casi.

-H-Hola... Soy yo de nuevo -susurró Eddie arrodillado junto a su cama-. No quiero molestarte, pero en serio necesito a alguien, alguien que sea mi amigo, alguien que no se vaya nunca -Eddie sollozó mientras suplicaba en susurros a la oscuridad-. ¿Podrías enviarme a un ángel? El más bueno que tengas... Por favor, por favor.

Eddie, luchó para aguantar el inmenso dolor que le causaba el simple hecho de recargarse en la cama. Y ahí, lloró, en silencio, poco a poco hasta caer en la brazos de morfeo, soñando, soñando con un futuro mejor.

Un futuro en el que él no sufría.

A la mañana siguiente cuando Eddie despertó, un gemido de dolor salió de sus labios. Parte de su espalda y costillas le dolían y punzaban. Con trabajo, se levantó como pudo, hasta caminar hacía el espejo mas cercano. Y al instante en el que se vio, se maldijo internamente; un color morado se extendía por toda su mejilla izquierda y parte de su ojo.

Sería muy difícil ocultar eso.

Jaló lo más que pudo su cabello de enfrente, tratando de ocultar el color de su cara. Y sin mucho éxito salió de su habitación a tratar de continuar con su deprimente vida; sin embargo, después del desayuno, fue interceptado por la señorita Skirth. Una mujer que era parte de la administración de la casa hogar.

-Eddie -lo llamó con una sonrisa al verlo en los pasillos-. ¡Al fin te encuentro! Necesito que vengas conmigo por favor -le dijo mirándolo emocionada, eso hasta que vio la oscura mancha en su ojo.

Eddie tragó nervioso, y caminando hacia ella volvió a jalar su cabello para intentar ocultarse.

-¿Qué te pasó en la cara Eddie? -preguntó Skirth, Eddie solo se encogió de hombros en señal de que no iba a decir nada-. Eddie, sabes que no tienes que lidiar con esto solo ¿no?, simplemente puedes decirme quién es, y yo lo solucionaría...

Aventuras SymbrockWhere stories live. Discover now