QUIERO, QUIERO, QUIERO

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–... y recuerda, solo llevar lo importante –dijo Eddie mientras abría la puerta del local de la señora Chen–. No quiero que pase lo de hace una semana.

¡Yo no hice nada malo Eddie! –exclamó Venom con voz inocente dentro de su cabeza, voz que claramente era falsa.

Eddie bufó–. Te llevaste toda la jodida estantería de chocolates Venom.

Por respuesta, Eddie recibió silencio.

–Eso creía.

Al entrar, la señora Chen los recibió con un saludo cordial. Y tanto Eddie como Venom respondieron sonrientes. Adoraban a esa señora, especialmente Venom, debido a que ella cumplía con sus caprichos, o sea, traer exageradas y variadas cantidades de chocolates.

Chocolates... Eddie ya empezaba a odiarlos.

¡Eddie!

–¿Qué? –preguntó con cansancio mientras elegía que llevar.

Quiero chocolate. –contestó Venom con exigencia.

Eddie negó–. No.

Eddie...

El castaño suspiró rendido ante el tono desalentador con el que Venom le habló.

–Bien, pero solo uno.

Eddie sintió a Venom removerse emocionado por su victoria. Segundos después, Venom volvió a llamar su atención.

Eddie, quiero jugo de arándanos.

El nombrado suspiró cansado-. No, ya llevas chocolate.

Claro que no paso mucho tiempo para que el lindo alienígena que tenía dentro volviera a hablar.

Eddie...

–¿Ahora qué?

Quiero ese juego de cocina.

–No.

Eddie...

–Lo que sea que quieras, no. –terminó el castaño por decir mientras dejaba todo lo que había escogido en el mostrador de la tienda–. Bien, será todo esto Señora Chen.

La mujer asintió hasta que se detuvo un momento.

–¿También llevarás estas revistas de cocina Eddie? –preguntó con gracia.

–Claro. Espere... ¿qué? –el castaño suspiró cansado–. Venom...

Es que yo lo quiero. –contestó éste con simpleza.

–Lo dejaré. –advirtió Eddie.

No.

–Si.

No.

–Dije que si.

Marica.

Eddie negó molesto antes de pagar por lo que él había escogido, despedirse de la Señora Chen y marcharse del local.

–Maldito parásito –se quejó el castaño–. ¿Creés que el dinero sale de la tierra o qué? ¡Me vas a dejar en la pobreza!

Pero yo lo quiero. –volvió a decir el simbionte.

–Venom, no. –susurró con desagrado.

Y desde entonces, Eddie pide todo por domicilio.

Solo ruega que a Venom no se le ocurra usar su computadora como máquina de compras.

–¿Quién es? –pregunta Eddie al oir que tocan a su puerta.

Al otro lado se encuentra con un sujeto de mirada feroz, con una barba cubriéndole todo el mentón y con un gran puro en los labios.

–Paquetería X-men.

Eddie frunce el ceño al ver un gran paquete–. Yo no pedí esto.

–No lo se niño –contesta el hombre con rudeza–. Solo firma.

Y al ver lo que el hombre trae, Eddie revienta en enojo, dentro de la caja, un par de revistas, utensilios de cocina y kilos de chocolate son lo que inundan el campo visual de Eddie.

–¡¡¡¡VENOM!!!!

Al parecer ya era demasiado tarde, Venom ya sabía ocupar la maldita tarjeta de crédito.

Al parecer ya era demasiado tarde, Venom ya sabía ocupar la maldita tarjeta de crédito

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