TE VERÉ PRONTO

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La vida humana es tan efímera como un recuerdo. En un inocente pestañeo, la vida simplemente puede acabarse y volverse parte de la nada astral.

Eso Venom lo sabía.

Lo sabía desde el principio.

La sabía mientras hacía un lazo con Eddie y entraba a su cuerpo para unirse y volverse uno solo.

Lo sabía mientras un intenso y desconocido sentimiento empezaba a formarse en él cada vez que apreciaba al adorable castaño con el que habitaba.

Lo sabía mientras impulsivamente y gracias a las películas románticas que veía, se atrevió a besarlo, algo que Eddie recibió encantado e igual de enamorado.

Lo sabía mientras formaba unas delicadas hebras negras alrededor del dedo anular de su castaño; veredicto de su puro y eterno amor.

Lo sabía mientras hacían el amor en medio de la oscuridad rodeados de gemidos y suspiros entrecortados llenos de pasión.

Lo sabía... Venom lo sabía.

Sabía que Eddie no era eterno.

No era como él.

Al principio no fue de gran relevancia pensar en la longevidad de Eddie. Para ambos, su juventud fue lo máximo en recuerdos y experiencias, habían disfrutado de cada momento, creando una sólida y hermosa relación que duro años.

Pero... como todo en la vida, nada es eterno. Eddie no era eterno. No como Venom.

En algún punto, los rizos castaños de Eddie, suaves y sedosos, fueron sustituidos por cabellos grises y delicados; la cálida y fuerte piel se volvió delicada y arrugada; los ojos llenos de brillo y aventura, pasaron a ser unos llenos de anécdotas y sabiduría.

Eddie se convirtió en una ancianito feliz con su vida. Lleno de amor y adorables cuentos que contar a sus sobrinos y a cualquier niño dispuesto a escuchar. Lleno de ternura y devoción a la vida y la valentía del amor y cariño.

Eddie envejeció.

Pero Venom no.

–¿Te acuerdas de esta vez? –preguntó Eddie con voz queda y lenta, con la voz de un hombre que ha vivido mucho, en su regazo sostenía con sus frágiles manos un álbum de fotos–. Dijiste que odiabas el frío de la Navidad, pero cuando descubriste que se tomaba chocolate caliente cada noche, te volviste adulador de ella. O esta, cuando viajamos a la playa para cumplir tu capricho. Ah... ¡Mira! Cuando nos casamos...

Eddie paró de hablar al notar el profundo e inquietante silencio a su lado. Unidos por una fina linea de color negro, Venom lo veía con pesar desde la silla en donde se encontraba. Eddie lo miró con una sonrisa melancólica en sus delicados labios.

–Estaré bien mi amor. –le dijo mientras tomaba su mano con ternura.

Venom negó–. Eddie se irá.

–Escúchame bien cariño, que voy a contarte una historia –pidió Eddie con delicadeza–. Había una vez un hombre, cuya vida siempre fue una constante decepción para él y los demás, vivía con miedo e inseguridades, llenó de culpa y reproches; hasta que un día... De manera sorprendente, apareció un ser magnífico y extraño, elocuente con su forma de hablar y adicto al chocolate y a proteger al hombre desdichado que conoció. Después de intensas aventuras y experiencias llenas de adrenalina, ambos se enamoraron y el hombre aprendió a disfrutar y a vivir...

Venom sonrió a su manera al oír al hombre que le sostenía la mano con cariño y lo miraba con amor.

–Te amo tanto Venom –dijo Eddie acercándose a él y dejando un casto beso sobre la piel de sustancia negra–. No me arrepiento de nada amor mío, ya viví lo que tenía que vivir y estoy listo –Venom se encogió ante lo dicho, Eddie sonrió–. Promete algo cariño...

El simbionte asintió–. Lo que sea por Eddie.

–No te rindas ante el dolor, por favor –pidió con amor–. Se que dolera al principio, pero nunca olvides que yo siempre estaré en tu corazón. Y que a donde sea que vaya, ahí yo te esperaré.

Venom escuchó con atención, sintiendo en su interior esa mezcla extraña de emociones y sentimientos: amor, nostalgia, miedo, felicidad, ira, impotencia. Miró con atención a su amado, que lo veía con paciencia desde la cama de hospital en la que estaba, pequeños tubos se encontraban puestos en su nariz, algunos otros en las muñecas; Eddie le había explicado que gracias a ellos se mantenía con vida.

Pero Venom sabía que eso ya no iba a funcionar, que ya no iba a ser suficiente.

Que ya era hora.

Así, las próximas horas, Eddie y Venom se la pasaron entre dulces y lentas palabras, anécdotas cortas y sonrisas traviesas, caricias suaves y miradas de amor.

Hasta que los ojos de Eddie pesaron y se cerraron en un sueño eterno, Venom nunca soltó su mano, se sostuvo a él con fervor.

Te veré pronto mi Eddie...

Porque Venom esperaría una eternidad, esperaría lo que fuera con tal de volver a verlo.

Él sería paciente. Por Eddie.

 Por Eddie

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⏰ Última actualización: Jul 19, 2023 ⏰

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