VII

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"Locura de un titiritero"

Cuando un alma se enamora levemente por la pasión del espíritu que lleva a la hermosura, no se trata de cualquier tipo de locura, sino de una responsabilidad, cuya identidad la maneja el títere de un humano que no controla sus propias decisiones de imaginar cómo estás. Y desde que se siente la cuerda quebrar con lamentos en aullidos, el corazón, que tristemente se encuentra adolorido, se detiene a pensar si vale la pena, si vale la pena seguir sostenido a quien dirige la miseria. Pero es imposible que niegue a la materia que produce felicidad en minería a lo desconocido; "confío, creo en este paraíso",  es lo que suelen decir, pero tal como una nube en tormenta se siente desconfiada, tratan de hacer la realidad perfecta a la vista con sus toques de identidad forzada. Pero, ¿daría su vida?, ¿a ella preferiría?, ¿sin importar qué es linda?, ¿es realmente del espíritu que lleva a la hermosura de quien, levemente, siente pasión su alma? No lo sabe, pero se siente tan emocionante, está en el cénit de su gloria, parece que hilvana, pero, más bien, ha sido ella, la de esperanzas apagadas, quien seduce con añagaza. La arcana sensación le horada cuando no está la pasión antes citada, afluye el dolor y la pena se hace un amigo, son tantas las lágrimas que se berran de amor entre sí antes de caer al olvido; tan amado y tan afligido, el peor de todos sin ningún motivo. Meliflua que es al principio, pero cuando se corta: la mente, gélida se queda, y sigue el camino, muchas oportunidades y pocos destinos; ya no será como antes, lo aseguran los higos. Tales caliginosas palabras solo mencionan al anacrónico del amor, que por otra parte el autor es el más cobarde, que decide continuar aún sabiendo que perderá antes con antes, cambie lo que cambie. Dichoso el que logra mantener, dichoso el que puede presumir, dichoso el que vence a la chusma, dichoso el que evita la bulla, dichoso quien lee y retiene, dichoso el que produce lealtad, dichoso el que busca en el amor amistad; dichoso es quien respeta y ama con intensidad. Una locura ese corazón acerero, se niega a sus sueños por disfrutar de un tiempo, porque sabe más que nadie lo que malhadado ha de ser, yerro de cuenta por su fe muerta, nada más que desastres sus ojos ven. Palos fruitivos, hilos de placer, ademanes casi vivos y un cabello bel; nadie puede reptar más que él, y orgullosa se siente su titiritera de acto común, de cercanía distante, que no lo besa ni aunque lo tenga delante, a pesar que sus intenciones de amor pululan en lo más profundo del mar de sus pensamientos, de sus sentimientos. Se presenta alicorta la buena titiritera, que ya no sabe como domina ni como se altera, una frágil y una perecedera, que culpa a los achaques que trae de su propia madera, una inmunda, pero al final una perpleja, porque ¡cuánto la ama ese títere yerto!, que no le importa nada, incluso siendo un enjerto de ideas ya planeadas por su amada, que enjaulado lo mantiene. Con dolo lene al fin y al cabo, él la ama y ella le quiere, buena química, ella una princesa y él un nabab, juntos hasta el fin a pesar de recatar los malos resultados, que con su enorme amor lo guarecen por más abohetado que parezca el irresoluto problema de conjetura fluctuante. Y de eso trata la mejor sensación de locura, acribilla al rojo y luego termina en una triste ruptura, porque mucho no puede soportar, ya van siendo varias y sin parar, una cuestión que nunca se dejará de escrutar.

                                                           
@Anty_Ow

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El mundo sin piedadWhere stories live. Discover now