Capítulo 15

56K 4.2K 598
                                    

Maia

Unas caricias en mi rostro me despertaron, apenas los abrí y me encontré con Alejandro a mi lado; afuera ya era de día, la luz daba de lleno en mi cara mientras él tocaba mi mejilla y mi labio hinchado. Aparté su mano de golpe, ya que me dolía.

Alejandro no insistió en volver a tocarme, el arrepentimiento relucía en sus ojos, lo cual me importaba una reverenda mierda, ¿acaso creía que por arrepentirse todo se iba a solucionar? Este golpe jamás lo olvidaría y se lo cobraría tarde o temprano, que pantalones para hacerlo me sobraban.

—¿Yo te hice eso? —Preguntó. No respondí—. Maia, mírame por favor.

No lo hice, no quería su culpa, mucho menos sus disculpas. Traté de ponerme de pie, pero me lo impidió; subió sobre mí y me obligó a mirarlo.

—Lo siento, Bonita, de verdad lo siento.

—Deja de pedirme disculpas, con eso no remedias nada —dije fríamente. Él me ignoró.

—¿Es cierto lo que dijiste? —Preguntó de pronto— ¿Me quieres?

—No —respondí rápidamente—. Mentí —agregué mirándolo a los ojos para que no le quedara duda.

Fui una tremenda tonta al decirle que lo quería, eso solo lo usaría para seguir manejándome a su antojo, es lo que la mayoría de las personas hacen cuando les demuestras cuanto te importan: lo usan a su favor.

Él me soltó y al fin me levanté de la cama. Entré al baño y abrí el grifo, necesitaba una ducha fría, así que me tomé mi tiempo, deseando que, al salir, él ya no estuviera, pero al parecer hoy no sería mi día. Al darme la vuelta Alejandro estaba frente a mí, desnudo. Tragué saliva nerviosa, aun no me acostumbraba a verlo de ese modo, podría ser lo que fuera, pero en ese ámbito la inocencia aun me ganaba.

—Ahora salgo —dije y cerré el grifo.

Pasé por su lado y su mano fue a mi cintura, atrapándome entre sus brazos.

—Suéltame por favor —susurré con un hilo de voz, no tenía ánimos de pelear, solo ganas de romperle la boca así como lo hizo conmigo.

—Maia, Maia —repitió mi nombre mientras besaba mi frente— ¿Qué voy a hacer contigo? —Murmuró, pero esa pregunta no era para mí.

—Solo déjame ir, no me necesitas —musité como sugerencia. Quizá contaba con suerte y me diría que sí.

Él entendió lo que yo quise decir con aquellas palabras, me giré para quedar frente a frente.

—El tiempo que estarás conmigo lo decido yo, no tú, soy tu dueño, grábatelo en la cabeza.

Besó mis labios con cuidado, gemí cuando me tocó, dolía mucho. La impotencia que me atravesaba no me daba para pensar mucho, odiaba que me echara en cara que era dueño de mí. Si pudiera matarlo saliendo ilesa, lo haría ahora mismo.

—No soy de los hombres que piden disculpas, pero lo estoy haciendo contigo —susurró acariciando mi labio herido—. Perdóname, te juro que nunca volveré a ponerte una mano encima. Joder, nunca antes golpeé a una mujer. Perdóname, bonita.

—Perdonado —dije seria. Su perdón no cambiaba nada, mucho menos sus palabras "bonitas". Yo no olvidaba.

—No lo has hecho —afirmó—, dime qué hago para que me perdones. Haré lo que me pidas, incluso si quieres me arrastraré a tus pies.

—Dame mi libertad —murmuré.

—Todo menos eso, Maia, ¿acaso no fui claro?

—Entonces déjame en paz —lo empujé—, porque esto que me hiciste —señalé mi cara—, no lo voy a olvidar, cabrón.

Peligrosa venganzaWhere stories live. Discover now