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Kim Taehyung traqueteaba con los dedos la encimera de la mesa mientras Seokjin meditaba su siguiente jugada de ajedrez con JungKook.

—¿En qué momento esos tres tuvieron la idea de traerse a la esclava de Romano a mi casa? —preguntó Taehyung fuera de sí.

—Si el cabecilla es Nam, esa pregunta sobra —respondió Seokjin— Jaque.

—Una masoca —rumió Taehyung.

Chasqueó la lengua y se cruzó de brazos.

—Podías ocuparte tú de ella, Tae—dijo JungKook.

—¿Yo? ¿Por qué iba yo a…?

—Tú mismo lo has dicho. Es una masoca.

—No tengo tiempo de ocuparme de una niña desequilibrada. La meteré en mi coche y la llevaré de vuelta a su casa. Y si me ocupo yo es porque no me fio de los tres mosqueteros. Yoongi y Nam son como las gemelas diabólicas y Hoseok es un caso perdido de desequilibrio mental.

JungKook dejó escapar una risa maliciosa y Taehyung chasqueó la lengua.

—¿Por qué no intentas quedarte con ella unos días? Tener a la mascota de Romano nos da un poco más de control sobre él. Tengo entendido que tiene mucho aprecio por su…pequeño juguete…Conócela y observa que puedes sacar de ella.

—A mí me parece una buena idea —alegó Seokjin—. Mierda. ¿Jaque mate?

—Eres muy malo jugando al ajedrez — JungKook le lanzó un peón a Taehyung—. Unos días, Tae. Luego si sigues pensando igual, déjala en su casa.

***

Observó la habitación impoluta. No había ni un solo detalle fuera de lugar. Gia se había quedado agazapada en un rincón y esperaba saber qué hacía allí con aquel tipo tan intimidante. Kim Taehyung, era su nombre; alto, serio y mandíbula pronunciada, cabello oscuro y con los ojos  que parecían brillar en la oscuridad. No había sonreído ni una sola vez cuando lo observó hablar por teléfono y luego había salido con aquellos hombres y aún no había regresado. Miró el reloj de la pared. 

Habían pasado dos horas y media y le dolían las rodillas, pero no se movió; él le había ordenado que permaneciera en aquella postura hasta su regreso y eso era lo que iba a hacer.

Cuando oyó la puerta se le disparó el corazón y se puso tiesa. Al verlo avanzar hacia ella, le pareció un guerrero de otro tiempo. Kim Taehyung era quizás el tipo más serio y anodino que había conocido en toda su vida, pero había algo en él.

—Sígueme.

Lanzó la chaqueta de su traje al sofá y se dio la vuelta en dirección a las escaleras. Ella gateó velozmente detrás de él y subió peldaño a peldaño con soltura. Cuando Taehyung se dio la vuelta, estaba segura de que pensaba, por su expresión, que ella no habría seguido su ritmo y al verla justo detrás de él su cara pareció cambiar durante una fracción infinitesimal de segundo.

—Te quedarás aquí unos días. No por gusto ni decisión mía. Así que trata de no ser un incordio.

—Sí, señor.

—Tengo entendido que estás entrenada para servir. Así que supongo que no tengo que explicarte lo que tienes que hacer en todo momento. ¿Me equivoco?

—No, señor.

Taehyung entró en el aseo y abrió el grifo de la bañera. Se le veía cansado. Ella gateó veloz hasta la estantería de las toallas y cogió dos. Se arrodilló junto a la bañera y se quedó inmóvil con las dos toallas en las manos.

Taehyung tenía cara de susto cuando lo miró.

—Bueno...Eres rápida.

—Solo quiero que me acepten aquí, señor.

OBEDECE [KTH+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora