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Abrió la puerta de su armario y asomó la cabeza con prudencia. Taehyung tenía todo su vestidor con un orden que rozaba la perfección; camisas por colores, pantalones colgados de sus perchas con el mismo orden. Sobre una repisa, Gia vio varios cinturones perfectamente enrollados con la hebilla apuntando hacia el exterior.

Casi que no se atrevió a tocarlos por si modificaba algo y él se percataba cuando regresara de trabajar. Abrió el primer cajón que encontró; todo olía a él, a su perfume. Pasó los dedos por encima de las decenas de calcetines y luego abrió otro cajón e hizo lo mismo con su ropa interior. No había nada fuera de lugar; nada que desentonase ni estuviera mal colocado. 

Miró la hora. Taehyung le había dicho que llegaría tarde, pero durante la comida en casa de Yoongi, alguien le había llamado avisándole de que se cancelaba una reunión y no tardaría en volver. Cerró los cajones con sumo cuidado y salió del vestidor para irse a la cocina.

Se había pasado la tarde durmiendo la siesta y leyendo una novela de misterio. A las cinco de la tarde, una señora muy amable, había llegado y se pasó una hora encerrada en la cocina preparando decenas de platos que luego envasaba y guardaba en la nevera. Su conato de cocinera había muerto a los dos días de intentar hacer unos postres.

Seguramente Taehyung había dado orden de tener comida de sobra para que ella no incendiara la casa. Lo gracioso fue el momento en el que ella entró para acompañar a la mujer, y está; una señora de unos sesenta y mucho años con el rostro de abuelita adorable, le confesó que; “el señor Kim sabía cocinar muy bien, pero no tenía tiempo”. Gia se lo imaginó con un mandil de flores y sintió un estremecimiento por todo el cuerpo y rompió a reír. La mujer la miró con complicidad, se colocó las gafas correctamente y dijo:

—Llevo años trabajando para estos niños y Kim Taehyung siempre estaba metido por las faldas de su madre. Luego se hizo adolescente y se volvió más suyo…

La gente que trabajaba para los Kim, eran empleados que llevaban toda la vida allí y eso decía mucho de ellos. Cuando la mujer se despidió de ella, se le olvidó preguntarle el nombre y se sintió fatal.

—Toma, hija—le dijo en la puerta arreglándose el moño—. ¿Sabes lo que es esto? Gominolas. Le dejo siempre una bolsita cuando vengo. Le encantan, aunque no lo parezca. Dáselas tú.

Se metió la mano en el bolsito de la chaqueta de punto que se había puesto y tocó la bolsa de gominolas. No pudo si no reír al imaginar a Taehyung comiendo aquello como un mortal normal. Se tumbó en el sofá, sacó la bolsa y la miró. Cuando oyó la puerta, las metió en el bolso y se incorporó. Taehyung pasó como un volador por delante de la puerta directo al despacho y, al cabo de unos minutos, lo vio aparecer por el salón con la corbata en la mano y cara de agotamiento.

—No puedo con mi vida…—dijo sentándose en el sofá —. No vuelvo a participar en unos juegos del dolor un día por semana. Tú, ¿qué?

Gia sacó la bolsita de las gominolas y se la ofreció. A Taehyung le cambió la cara y le quitó la bolsa con un movimiento veloz.

—He conocido a la señora que viene a…

—Se llama Carmina.

—¿Le preparo un baño?

Él se echó hacia atrás y asintió. Media hora después estaba sumergido en su particular piscina redonda, oculto por un montón de espuma, medio desmayado. Gia se pasó un buen rato observándole dormir hasta que cogió un taburete, se sentó junto a la bañera y, cogiendo una esponja, comenzó a pasarla por el brazo que tenía apoyado en el borde de la bañera.

OBEDECE [KTH+18]Where stories live. Discover now