L'orologio

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Con un rostro sorprendido y lágrimas amenazando con salir por sus ojos, el japonés miró al hada rusa estupefacto. De todas las cosas que pensó que Yurio le llegara a decir, esas palabras nunca formaron parte del grupo. Y como si hubiese hecho corto circuito, Yuuri recordó todo lo que pensó que no había escuchado en el momento en el que se enteró de lo que pasaba con Viktor. Como la doctora explicó que estas cirugías usualmente salen bien y es muy poco probable que algo malo pase. Por un segundo se sintió aliviado, pero en eso vió a Viktor. 

Todas las veces que esos dos se habían separado, siempre se sintieron como si les hubiesen amputado un miembro. Incompletos, insatisfechos, amargos. Yuuri no podía imaginarse una vida sin su amado Viktor y estaba seguro que su esposo se sentía igual. Saltó a la conclusión de que si algo salía mal, no lo volvería a ver, ni besar, ni abrazar o tocar. Estaría solo de nuevo. Esa fue la detonante de su angustia, solo para que el rubio lo bombardeara con el peso de la razón. Si quería que su amado sobreviviera, debía mantenerse de buen humor y actuar como si nada ocurriera. 

-... Yurio... Tienes razón...- Dijo el de lentes bajando la mirada- Lo siento, Vitya... yo... me asusté tanto que olvidé que tu... tu estás aún más asustado.- El par de rusos se miraron y luego el mayor tomó la mano de su esposo- No quiero perderte... así que... prométeme que vas a estar bien... Por favor... Y yo te prometeré lo mismo- 

Viktor solo pudo sonreír ante tales palabras, no esperaba menos del hombre que ama. Besó sus nudillos y, aunque débilmente, sonrió con toda la normalidad del mundo. Él también estaba consciente de los sentimientos de Yuuri y sabía como tratar con él. Tantos años entrenándolo y compartiendo todo con él, lo habían convertido en un experto a la hora de lidiar con su ansiedad. 

-Yuuri...- Dijo tranquilamente- Te prometo que voy a estar bien... Pronto saldremos de aquí, volveremos a casa, jugar con Makkachin y a bailar en medio de la sala...- Hubo una pausa antes de que el mayor de los tres suspirara con una sonrisa tierna- ... Y adoptaremos a un niño... - 

Al escuchar estas palabras, los dos Yuris miraron a Viktor. El ruso con una cara de horror y asco prefirió excusarse de la habitación diciendo que ambos le daban nauseas y como arruinarían a esa pobre criatura. Pero el japonés sonrió de oreja a oreja, y sin poder contener sus lágrimas, se lanzó a los brazos de su esposo besando no solo sus labios, si no su rostro completo.

- Te amo tanto...- Dijo como si no se hubiese derrumbado hace unas pocas horas- Acepto- Viktor volvió a besar a su marido. Ambos olvidándose de todo lo malo que pasó, que está pasando y lo que podría pasar.

...

Llegó la hora de la operación. Las enfermeras se ocupaban preparando al patinador ruso, Yurio se encargó de avisar a todos de la situación, desde la familia de Yuuri en Japón hasta sus compañeros patinadores bajo la tutela de Yakov. Mientras que Yuuri, apretaba la mano de su querido esposo, caminando junto a la camilla hasta el límite del quirófano. Ambos se murmuraron "te amo" en el idioma del otro, y finalmente tuvieron que soltarse las manos. Y mientras las puertas de la sala de operaciones se cerraba frente a él, Katsuki Yuuri esperó de pie por 2... 3... 4... 5 minutos, solo hasta que sintió que el pasillo se enfrió lo suficiente, fue cuando se llevó a si mismo a la sala de espera.

La espera fue lo más tortuoso de aquella experiencia. Por más que uno lo intente, la incertidumbre te comienza a comer desde adentro. Existen mil millones de posibilidades en cuanto al destino; ¿Qué pasa si hago esto? ¿Qué pasa si hago lo otro? ¿Y si sale mal? ¿Y si sale bien? Las preguntas revoloteaban en la cabeza del japonés que solo pudo entretenerse perdiendo la mirada en puntos distintos de la habitación pero sobre todo en el reloj.

Las horas primero pasaban rápidas, los dos Yuris se entretuvieron, no hablando, si no leyendo o viendo videos de patinaje. Luego el tiempo se ralentizó, las agujas del reloj parecía que se movían en cámara lenta mientras que todo el personal del hospital se movía a la velocidad de la luz. 3... 4... 5... horas. Nada. Yuuri se asomaba de vez en cuando para ver si algún enfermero o enfermera salía por las puertas del quirófano. 6... 7... 8... Yurio dió varias vueltas a la cafetería, teniendo como tarea personal alimentar a su amigo quién se rehusaba a dejar su puesto como si fuera un soldado haciendo guardia. 9... 10... 11... Las puertas se abrieron finalmente. 

Continuará...

Otra actualización. Este show ya está por acabarse, gracias por seguir leyendo y seguir apoyándome. Los tkm

Querido esposo...Where stories live. Discover now