Il più bello del mondo

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Figuras usando ropas azules iban y venían sin detenerse. Cada quién en su asunto. Todo se veía borroso y las horas eran tan pesadas y lentas, los ojos del campeón japonés se cerraban lentamente. Pero su espera acabó, cuando una de esas figuras se aproximó a ambos Yuris. La sensación de que algo había salido terriblemente quiso nublar sus pensamientos como cuando recién diagnosticaron a su esposo. Afortunadamente, tenía a Yurio con él, este no le permitiría decir o hacer algo de lo que se arrepentiría después. El doctor se veía cansado y era difícil leer su expresión con el cubrebocas ocultando la mitad de su rostro. El rubio tomó la mano de su amigo y este apretó con fuerza.

- ... ¿Está bien?- dijo el pelinegro, con una voz temblorosa y débil. No solo por lo desvelado que estaba si no por el enorme nudo que se había depositado en su garganta. 

El doctor suspiró y le miró a los ojos. Se temían lo peor y este no les contestaba en lo absoluto. Esos pocos segundos se sintieron como años e incluso siglos. Pero pronto se retiró el cubrebocas y reveló el alivio sin tener que articular ninguna palabra, pues en su boca, había una sonrisa dulce. 

-Su esposo está bien... La operación fue todo un éxito, Sr. Katsuki.- Pudo haberse desmayado en ese mismo instante, sus rodillas estaban tan débiles y lo único que le ayudaba a luchar contra la gravedad fue el agarre de su amigo, quién reía de la felicidad. Jamás admitiría lo mucho que le agradaba la pareja, sobre todo Viktor, pero tampoco estaba listo para decirle "adiós". Por más que bromeara sobre su edad, no quería que su inspiración al patinaje muriera cuando se encontraba en los mejores años de su carrera y vida amorosa. 

Yuuri por otro lado, no quería aceptar el horrible destino que sería tener que despedirse del hombre al que ha amado por tantos años, su ídolo, su musa, su amante, su mejor amigo, su mundo. Sin Viktor, él no era nada. O al menos eso pensaba. Pero sus esperanzas se levantaron sobre sus inseguridades. "Él está bien" se repetía una y otra vez en su cabeza como un eco interminable. Eco que provocó una sonrisa de lo más sincera en su rostro, tan grande que se apenó y procedió a cubrirla con su mano libre. Jamás había experimentado un alivio como el de ahora. Sintió como si el peso del mundo se levantara de sus hombros, a tal punto de poder flotar hasta la atmósfera.  

-Lo enviaremos a recuperación. Después de eso, no veo porque no puedan regresar a casa. Por ahora, puede dormir tranquilo. Viktor Nikiforov está bien y sano ahora- continuó el medico antes de retirarse. 

El par de amigos se vieron el uno al otro y fundieron su felicidad en un abrazo fraternal. La sala de espera se llenó entonces de risas y lágrimas de alegría. Viktor Nikiforov iba a vivir.

Y así, pasaron las semanas en recuperación. Las semanas se volvieron meses, cuando ya había regresado a casa a los brazos de Makkachin y de nuevo a la pista de hielo. Los meses se volvieron años. Años de prosperidad, donde no solo había continuado con su carrera en el patinaje artístico ganando tantas medallas y premios que el pequeño departamento donde vivían tuvo que ser reemplazado con una casa. En ese tiempo también comenzó una etapa nueva en la vida del matrimonio. Una vez que los gastos del hospital cesaron, el proceso de adopción comenzó, la pareja ya tenía bastante queriendo adoptar a un pequeño o pequeña y por mil y un motivos, estos habían pospuesto este deseo. Pero la enfermedad del mayor sirvió como un llamado o señal para que lo hicieran. Una segunda oportunidad, por así decirlo. 

Finalmente, adoptaron a un pequeño de 5 años. Cabello rubio, tez pálida y ojos oscuros. Tímido al principio pero con la cantidad de amor que sus padres adoptivos le regalaron, este comenzó a abrirse más hasta poder amarlos al mismo nivel. La llegada del pequeño fue complementada con las nupcias de Yurio y Otabek, donde ambos fueron padrinos del hada rusa. Una vida feliz esperaba en el futuro y los tres patinadores no temían acelerar hacia tal destino. 

Las medallas, el hielo, los aplausos, la familia, un poodle gigante, entre tantos, eran las palabras clave de las historias que me contaban mis padres a la hora de dormir. No fue hasta que crecí que añadieron la parte del llanto, la desesperación, el frío del hospital y la esperanza de que todo iba a salir bien. Ellos pensaron que iba a odiar esa parte pero realmente, son los momentos más tristes los que te permiten apreciar lo bueno de la vida. Viktor Nikiforov y Yuuri Katsuki vivieron altibajos como cualquier otra pareja, pero es esta historia la que me hizo creer que el amor es lo más bello del mundo. 

Mi nombre es Mijaíl Nikiforov-Katsuki y gracias por leer esta historia de amor.

FIN


Hola, muchas gracias a todas las personitas hermosas que han leído este fanfic. El fandom está dormido pero no podía dejar de escribir esta historia ni de broma jaja. Espero que les haya gustado mucho. Dejenme sus opiniones en los comentarios. Los quiero mucho

Querido esposo...Where stories live. Discover now