4. Renovado.

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Ese domingo Jongin despertó temprano y de muy buen humor.

Por la madrugada, después de correrse —según su mente en el apretado interior de un sexy desconocido—, la realidad lo había abofeteado de golpe. Se había acobardado y había desconectado la llamada. Casi sentía ganas de llamarle a D.O de nuevo para pedirle una disculpa.

Era un idiota. Se rió de sí mismo y salió de la cama. Fue al sanitario y rió mientras descargaba, sonrió mientras cepillaba sus dientes y después un poco más cuando lavó su cara. Definitivamente era un idiota.

Se vistió con ropa y calzado deportivo, buscó su lista de reproducción favorita y se puso los auriculares. Tomó unas bolsas y la cadena del perro y Monggu llegó hasta él, moviendo su colita con emoción.

Saludó al portero en turno, Kan —o algo así—, y este le devolvió el saludo y además le regaló una amable sonrisa.

Jongin caminó muy animado por los alrededores del condominio en que vivía. Era una mañana soleada y fresca. Parecía un día perfecto para salir de paseo. Sonrió con la brisa golpeándole el rostro y revolviendo su cabello. Amarró a su perro a un árbol y calentó un poco para empezar a trotar.

Casi una hora después estaba de vuelta en su departamento. Las buenas vibras no se iban. No dejaba de recordar la llamada con D.O, le avergonzaba y a la vez le provocaba excitación saber lo que había hecho. Tomó una ducha y antes de ser muy consciente de ello, estaba acariciándose en el cuarto de baño.

Normalmente desayunaría algo liviano, pero ese día se le antojaba algo poco saludable. Perdido entre sonrisas, música, pasos de baile improvisados y fantasías de sexo matutino con un desconocido de labios gruesos y ojos grandes y expresivos, no se percató de haber hecho comida para dos personas, o tal vez para tres.

Negó, riendo por lo tonto que era y le envió un mensaje a su vecina.

"¿Cómo va la resaca?"

Él no había tomado más que un par de tragos, ya que era el conductor, pero ella había parecido comprometida con cobrarse a tragos la camisa que su no amiga le había robado ya varios años atrás.

"De puta madre". Jennie no tardó en responder.

Jongin sonrió.

"Hice el desayuno."

Su amiga no respondió, pero en menos de cinco minutos ya estaba tocando a su puerta.

Jennie parecía destruida. Iba vestida con su pijama, es decir como pordiosera, su cabello era un desastre y había bolsas bajo sus ojos.

Jongin le sirvió y se sentó frente a ella para comer en silencio.

—Vamos a alguna parte —propuso después de un rato en silencio.

Jennie lo miró a los ojos por unos segundos.

—¿Por qué estás de tan buen humor? —le preguntó, entrecerrando sus ojos con sospechas.

Jongin alzó los hombros como si no supiera la razón.

—Es un día muy bonito como para quedarnos en casa —Jongin señaló mirando hacia el ventanal.

Jennie miró hacia allá y el resplandor la dejó medio ciega.

—Maldito sol, ¿no podía quedarse del otro lado del mundo? —masculló llevándose las manos a las sienes.

—Serás tonta, es la tierra la que se mueve —Jongin le ofreció una pastilla—. Tómate esto y duerme un rato más. Si al despertar te sientes mejor iremos a almorzar a algún lugar al aire libre.

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