Capítulo 26

1.3K 144 6
                                    

–Natasha's POV–

Miré al hombre mayor, tenía el gesto agobiado, intentando mantener el estrés a raya.

–Wanda nos cedió ese derecho porque le dolió lo que hizo su hermana –bufó irguiéndose y pasándose la mano por el rostro–. Lorna nos dejó destrozados.

–Pero su mujer está sobrepasando límites.

–Ella no acepta que Emma no sea su verdadera nieta, no sé qué maquina su cabeza, pero no lo acepta.

–Ha puesto una demanda contra Wanda, vais a perder cualquier derecho con Emma.

–Voy a encargarme de eso, no te preocupes. Pero necesito pedirte un favor.

El señor me inspeccionó con su mirada, probando que podría confiar en mi. Yo enarqué una ceja, esperando a que prosiguiera.

–Quiero que te lleves a Wanda y Emma de viaje, durante un tiempo.

Reí irónicamente por lo que me pedía, esto ya parecía una película de ficción, huyendo de los malvados.

–Hablo enserio muchacha.

–Si conoce a Wanda, sabrá que ella no aceptará venir conmigo.

–Debes intentarlo.

–¿Para qué? ¿De qué serviría? Tal vez un viaje complique más las cosas.

–Tal vez si, pero quiero que mi nie... –se detuvo, cambiando sus palabras– ...Emma esté alejada de todo esto. Yo me haré cargo de mi mujer.

Analicé su petición. Obviamente irme de viaje con Wanda no sería mala idea, llevarla a relajarse y pasar tiempo de calidad junto a ella y pollito. Como una familia. La idea me llenó de un felicidad muy especial.

–Hay una demanda por medio, ¿permitirán que salga del país?

–No te preocupes por eso –suspiró audiblemente–, en unos días esa demanda no existirá.

El señor Manel se levantó de su asiento y yo seguí la acción.

–¿Por qué me pide esto a mi?

–Wanda significa mucho para mi, ella nos devolvió la ilusión poniendo a Emma en nuestras vidas y yo quiero que ella sea feliz –el hombre esbozó una sonrisa–. Sé que tú lo harás muchacha –cambio el gesto, frunciendo las cejas–. O prometo romperte las piernas.

Abrí los ojos, algo intimidada por su pequeña amenaza. Manel aún contando con un aspecto mayor, era un hombre robusto y aparentaba ser un matón.

–Es broma, muchacha –estiró su brazo, para despedirse–. Pero avisada estás.

–Prometo hacer lo que esté en mis manos.

Después de despedirnos, volví a la habitación dónde se encontraban Wanda y Emma. Allí me encontré a Emma dormida sobre el regazo de Wanda, mientras ella acariciaba su pequeño rostro, mirándola con mucho amor.

–¿Ya estás mejor? –pregunté, cerrando la puerta con cuidado, para no despertar a la pequeña.

–Sí –dijo sin mirarme, manteniendo su atención en Emma–. ¿Por qué has tardado tanto allí fuera?

–Creo que el señor Manel y yo, nos estamos empezando a llevar bien –me acerqué, tomando asiento en el pie de la cama.

–¿Con qué base?

–El de que os queremos por igual –respondí, alargando mi brazo para tocar el mentón de Wanda, levantándolo para que me mirara.

–Te quiero mucho, Wanda –confesé.

–¿A qué viene eso?

–Quiero que lo sepas, quiero que sepas que te quiero y voy a protegeros.

–Promesa tras promesa... Ninguna realizada –dijo, volviendo a agachar la cabeza–. Que meses más desastrosos.

–¿Te acuerdas de nuestras discusiones juveniles? –pregunté, metiéndome las manos a los bolsillos del pantalón y observando a la pequeña Emma dormir, parecía un angelito.

–¿Qué tiene que ver eso ahora?

–Me acuerdo de aquella ves que no llegué a nuestra tercera cita –conté, evocando el momento en mi mente–. Te enfadaste tanto que estuviste diez días sin hablarme, ¿lo recuerdas?

–Claro que lo recuerdo –río–. Aún te guardo rencor por aquello.

–¿Y te acuerdas de lo que me dijiste cuándo lo arreglamos?

Levantamos la mirada a la vez, conectándolas con intensidad. Wanda lo recordaba y eso me llenaba de gozo.

–«Seamos novias, mejores amigas o dos desconocidas, siempre me vas tener» –dijimos al unísono, sonriendo seguidamente.

–Ya no somos dos chiquillas –puntualizó Wanda, encogiéndose de hombros.

–¿Tú me quieres? –pregunté con seguridad, añorando que lo pronunciara.

–Claro que te quiero, Natasha.

–¿Cómo amigas o cómo algo más?

–No lo sé –respondió–. Creo que cómo amigas estamos muy bien, dijiste que me ayudarías como una. Y nada más.

–Lo sé, lo sé –dije, dándome por vencida por ahora–. Por eso voy a proponerte un viaje.

–¿Perdona?

–Un viaje: tú, Emma y yo.

–Te has vuelto loca –dijo, riéndose de mi.

–Hablo enserio; nos ayudará a alejarnos de la ciudad, de su bullicio y sus problemas.

–¿Te lo ha pedido el señor Manel?

–Sí, pero estoy de acuerdo con él.

–Eso no solucionará nada, solo ocasionará que Emília nos lo ponga más difícil.

–No te angusties por eso, eso ya está solucionado.

Wanda levantó una ceja, mirándome con mucha confusión.

–Puedes pedir tiempo en el trabajo y...

–Dejé el trabajo –interrumpió–. Creo que las razones son obvias.

–¿Fue lo mejor, no? –ella asintió con la cabeza–. ¿Qué tengo que hacer para qué aceptes mi proposición?

–Que no intentes nada conmigo –dijo–. Solo haremos este viaje como dos amigas que se aprecian mucho.

La idea de no dar ningún paso con Wanda, no me gustaba, había de aceptar. Pero mientras ella decidiera aceptar mi proposición para alejarnos de todo, me complacía.

–Está bien –accedí–. ¿A dónde quisieras ir?

–Otra cosa más, los gastos de mi hija y míos, irán por mi cuenta.

–Eso no –dije firmemente–. Os estoy invitando yo, y como invitadas no tenéis que pagar nada.

–Entonces no hay viaje.

Bufé, Wanda siempre me lo ponía difícil.

–De acuerdo, ¿pero dejarás que consienta a Emma, por lo menos?

–Vale –dijo.

El trato se zanjó con una sacudida de manos y una sonrisa compartida, fue muchísimo más fácil de lo que pensé.

El corazón me latía con fuerza, sintiendo la gran emoción recorrerme todo el cuerpo. Por fin pasaría tiempo con ellas, sin ningún problema envolviéndonos. O como mínimo, sin que estén tan cerca de nosotras.

–Yo te llevaría al fin del mundo si pudiera, Wanda –le dije–. A ti y a tu mini tú.

———

1/4

Volverte a ver [Wandanat]Where stories live. Discover now