Un vestido, dos lágrimas y tres abrazos.

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La suela del zapato de Wanda chocaba contra el parqué con fuerza, su ceño estaba fruncido y se encontraba realmente enfadada.

Cuando la puerta se abrió y escuchó los suaves pasos en la entrada principal, no hizo ningún movimiento.

—Ve a la habitación, mientras... —Emma fue la primera en darse cuenta de Wanda, parando en seco. Natasha chocó contra ella—. ¡Auch!

—Bueno... bueno... —Natasha abrió los ojos asustada—. ¡Bienvenidas!

Natasha se puso recta y no se le ocurrió más que poner una gran sonrisa en el rostro. Aquello cabreó más a Wanda.

—Hola, amor —saludó—. ¿Qué haces aquí? ¿No has ido a la oficina?

La voz le temblaba.

—Emma, ve a tu habitación —ordenó con firmeza Wanda—. Luego hablaré contigo.

—Pero... —Emma no quiso dejar sola a Natasha, no después de lo que había hecho por ella.

—No quiero peros —Natasha tragó saliva, sintiendo como la mirada de Wanda la mataba desde su distancia—. Voy a hablar con tu madre, así que ve a tu habitación. Ahora.

—No pienso dejar a mamá sola en esto —prosiguió—. Ella no tiene la culpa de nada.

—Cariño, ve —pidió la pelirroja—. No me pasará nada.

Natasha tenía muchas dudas sobre ello.

Ugh —Emma puso los ojos en blanco y se marchó indignada.

—¿Vas a explicarme por qué has hecho eso? —preguntó la castaña cuando se quedaron a solas—. No entiendo porque fuiste en contra de mi autoridad, había castigado a Emma, y tenías que respetarlo.

—Me pareció injusto.

—¿Injusto? —Wanda alzó la voz, poniéndose de pie—. Estoy flipando.

—No podías dejarle sin ese viaje, sabes que es importante para ella. Podrías haber pensado en un castigo menos doloroso.

—¿Pero a qué viene ahora esto? —Natasha suspiró—. ¿Ahora yo soy la mala? ¡Es que no me lo creo! Natasha, Emma tiene que aprender a respetar las normas de esta casa, respetarnos a nosotras y saber cuáles son sus responsabilidades. Ya no es una niña de tres años, ¡no puedes mimarla de esta manera!

—¡Yo no la mimo!

—¿Ah no?

—¡No!

—Lo único que estás haciendo, es hacerme quedar como la mala de la historia.

—Wanda... —Natasha quiso acercarse a ella, pero Wanda se lo impidió.

—Me voy a trabajar, ya hablaremos cuando vuelva.

—No hagas esto, por favor.

—¿Por qué no? ¿Solo tú puedes?

—Estás exagerando, Wanda.

A la castaña se le subieron los humos, estaba ardida de enfado.

—Cuida de los niños —dijo y cruzó la sala de estar, sin intenciones de continuar la discusión con la pelirroja.

En la escalera, Emma observaba la escena, mordiéndose la uña del pulgar. Había vuelto a poner a su madre en un aprieto, y sabía que era de los chungos.

—No te preocupes, Em —la encantadora de voz de Nat despertó a Emma de sus pensamientos. Giró a verla—. Ellas se amistaran, se quieren demasiado como para estar mucho tiempo enfadadas. Ya sabes lo amorosas que son.

Volverte a ver [Wandanat]Where stories live. Discover now