XL

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Entró por la ventana de su habitación, y la observó dormir en su cama, de costado, abrazando una almohada, acurrucada contra ella. ¿Cómo podía lucir tan tierna? ¿Tan linda? ¿Tan frágil?

Se acercó a la cama y se sentó en el borde, sonriendo al ver cómo ella arrugaba su nariz, al olfatear al aire, antes de abrir los ojos y mirarlo confundida, adormilada aún.

—Moses ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?

—Por la ventana y quería saber cómo estabas.

—Bien —pronunció bajo, sentándose en la cama, cubriéndose el torso con la almohada.

—Mm, no creo mucho —le dijo tomándola del rostro, levantando suavemente su cabeza para verla a los ojos, sonriendo—. ¿Sabes qué? Debes ponerte un paño frío en los ojos, para que baje la hinchazón.

—Vete, Moses —murmuró quitándole la mano—. Sabes que no puedes estar aquí.

—¿Por qué no?

—Porque no, no está bien. Debes irte.

—Dame una razón, que no sea por mi libertad condicional.

—Esa es la principal razón por la que no puedes estar aquí, y tú no quieres entenderlo.

—No, no quiero, porque quiero estar cerca tuyo.

—¿Por qué?

—Porque me gustas.

—No digas estupideces y vete —le dijo saliendo de la cama, con la intención de ir hacia la ventana.

Pero Moses la tomó de la muñeca, deteniéndola.

—Laibell me gustas de verdad ¿Por qué no puedes creerlo?

—Vete dije.

—No somos todos iguales, y yo estoy siendo sincero contigo —pronunció poniéndose de pie, para pararse delante de ella—. Me gustas de verdad.

—Yo no voy a involucrarme con ningún macho, vete por favor, ya es muy tarde y quiero descansar.

—¿Por qué no quieres darme una oportunidad? Si no quieres que tu pueblo se entere, lo acepto, podemos intentarlo a escondidas.

—Moses —susurró cerrando los ojos.

—Una oportunidad, sólo eso te pido.

—Vete —le dijo sin mirarlo, en un tono bajo—. Yo no puedo querer a nadie de ese modo, vete y ya no vuelvas.

—¿De verdad quieres eso? —le preguntó con cierta aflicción.

—Sí, vete.

***

—Irat.

—Estoy bien, Noaelí —pronunció con fastidio—. Sólo... Tuve un accidente.

—¿Pero cómo? El médico dijo que tienes cinco costillas rotas, al igual que la nariz, y varios golpes y moretones por todo el cuerpo.

—Sólo firma para que me den el maldito permiso para irme —gruñó—. Si te llamé a ti fue para no molestar a Ilu que no está en Kanat'ma, y a nuestros padres porque recién salen de reclusión.

—De acuerdo, iré a firmar tu alta. ¿Pero dónde irás luego?

—A mi casa.

—¿Desha sabe que estás en el hospital?

—Desha sólo es la madre de mi hijo, no es mi pareja —pronunció con fastidio, perdiendo la poca paciencia que tenía—. ¿Firmarás eso o no?

Princesa de Eritma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora