|𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄| «El amor es el arte de crear por la sensación misma, sin esperar nada a cambio,más allá del placer mismo del acto creativo.»
Tras años retrasando el momento, Alina Hazelwood debe enfrentarse a sus mayores miedos entrando...
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DAPHE HABÍA HECHO UN BAILE AL QUE BENEDICT SE HABÍA VISTO OBLIGADO A IR. No sabía donde diablos estaba Lady Danbury, y si la anciana no andaba cerca, lo más seguro era que Alina Hazelwood también estuviese fuera de su alcance. Benedict se había pasado las últimas semanas atosigando a su puerta y reclamando ver a la joven, pero su primo le había ordenado al servicio que no le dejara pasar. A la semana de recibir día si y día también una vaga respuesta negativa del servicio de Lady Danbury, el Bridgerton había cambiado de estrategia.
Y había buscado ayuda en su madre.
Pero ni siquiera la poderosa matriarca de la familia pudo saber el panadero de la joven Hazelwood.
Por otro lado, su primo se codeaba entre mujeres y caballeros de la alta sociedad mucho más de lo que nunca se lo había visto. Parecía que disfrutaba, y eso solo hacía que Benedict sintiera la sangre hervir.
—Oye, Ben. ¿Estás bien?—Colin se acercó a su hermano en medio de la fiesta, después de una breve e incómoda charla con Penelope.
—No me llames así, hermano.
—Ah. Perdona. Es que Alina ya podía...
—No me recuerdes eso.
De repente, y de improvisto, Lady Danbury había aparecido en escena, pero esta vez, no venía con una joven castaña malhumorada y abatida colgando de su brazo por tener que estar allí. Benedict sabía que la anciana no dejaría que la Hazelwood se perdiera un baile así como así, así que no le quedo mas remedio que terminarse la copa que tenía en la mano y dejar a su hermano en ascuas, que lo siguió como un perrito faldero.
—Lady Danbury. Buenas...
—Benedict. Colin—la anciana compuso una sonrisa y se inclinó para una reverencia—. ¿Han visto a su hermana o al duque? He de presentar las disculpas de Alina por no estar aquí. Su barco hacia costas americanas está a unas horas de zarpar.
—¿S-Se va hoy?—a Benedict se le acababa de caer el mundo a los pies.
—En efecto.
—¡Vaya!—exclamo Colin con alegría—. Mi madre me había comentado algo vagamente, pero no esperaba que fuera tan pronto. Alina debe de estar emocionada.
«Sí. Aunque a lo mejor no de la forma que pensamos.»
Benedict deslizó su azulada mirada hacia Lady Danbury, que aunque era una maestra del engaño y el misterio, no pudo evitar componer una leve mueca de desagrado. Sin importar que estuviera allí su hermano, no logró reprimirse.