𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓 𝐋𝐎𝐕𝐄──𝐁𝐞𝐧𝐞𝐝𝐢𝐜𝐭 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐠𝐞𝐫𝐭𝐨𝐧 ✧.*

𝐄𝐩í𝐥𝐨𝐠𝐨

|Amor Artístico|

ALINA SE CAMBIÓ DE MUDA DE ROPA ANTES DE SALIR AL JARDÍN CON UNA SONRISA GIGANTESCA. Se había pasado todo el día preparando el viaje a Marruecos que harían dentro de un par de semanas y visitando a su abogado para ultimar los últimos papeleos de la dote de Amy. Que la rubia fuera a casarse con un hombre adinerado y totalmente bondadoso hacia que Alina no tuviera que preocuparse tanto de que sus intenciones no fueran más que las de casarse con su hermana por amor, pero aún así Alina quería dejar bien asegurada a Amy.

—¿Dónde está el señor?—preguntó ella contenta al cambiarse de ropa.

Rosenda, su ama de llaves, le respondió.

—En el jardín. No está solo.

—Ya veo—Alina se subió a una escalera que tenía en el salón y cogió uno de los libros de las últimas estanterías antes de asentir y darle el visto bueno—. Hace un día fantástico para leer fuera, ¿no crees?

Antes de salir por el jardín, la chica se quitó los zapatos y se deshizo el moño, dejando que su melena cayera sobre sus hombros. Ya no tenía porque contentar las expectativas de ningún hombre porque no tenía que esperar a que nadie quisiera casarse con ella. Llevaba seis años de feliz matrimonio con el hombre de sus sueños y nada le impedía ser ella misma.

Ignoró totalmente las advertencias de su ama de llaves, y decidió bajar descalza y sentir la hierba húmeda de primavera en su piel.

—¡Señora Bridgerton!—la llamó la mujer desde el salón, pero Alina la despachó con un movimiento de mano—. ¡Señora...!

—¡No soy tan mayor, hombre! ¡No me llames señora!

La castaña utilizó el libro que había tomado de la estantería como sombrero para no dejarse cegar por el cálido sol de la tarde y sonrió al distinguir la figura de Benedict junto al Protector. Agitó la mano con efusividad mientras bajaba los peldaños esperando a que su marido la avistase.

Al final la reconoció y la llamó a voces. Ella sonrió.

El Protector era el gran roble que había en mitad del jardín de su mansión. Maximus lo había apodado así porque le recordaba a un caballero protector con sus armas y su estoicismo y así se había quedado. Ahora todos nombraban así al árbol, tanto los Bridgerton cuando venían de visita con sus sobrinos como los sirvientes de la casa.

A pesar de no ser tan grande y elegante como la casa oficial Bridgerton (donde residían Anthony y los suyos), a Alina le encantaba su nuevo hogar. Era más que suficiente para todos ellos. No estaba en el pleno centro de la ciudad de Londres, lo cual era mucho mejor: A pesar de lo mucho que había disfrutado de sus años viviendo en casa de Lady Danbury, Alina adoraba el sonido de lo árboles y los animales en lugar del ruido de los carromatos y las charlas triviales nada más poner un pie en la calle. Vivir a las afueras le había permitido escribir en paz y armonía, además de publicar algún que otro artículo en el mejor periódico de la ciudad. Aunque sus aspiraciones originales nunca habían estado declinadas en la política, Alina se había dado cuenta en los últimos años que si una mujer podía usar su voz a través de las letras en un periódico como era el de Londres debía de usar esa baza. Además, nunca abandonó la escritura. De hechos sus últimos dos libros estaban dando mucho que hablar en tierras Norteamericanas, y a pesar de los malos recuerdos que la castaña tenía de ese país, se había prometido hace un viaje próximamente con su marido para darle una nueva oportunidad.