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Nuevamente me encontraba solo con un vaso de lleno de tequila en la mano. Desearía que existiese una explicación diferente para lo ví en aquel balcón, aunque yo siempre pido cosas imposibles.

Japón solo observaba mi dolor, creo que podía imaginar una pequeña parte de lo que me había puesto tan mal, pero no la magnitud de la mentira que llevo sosteniendo.

–¿Comienzas tu o te hago comenzar?

–... Vi a Chile, estaba besandose con Alemania... Se veían tan felices juntos, no pude evitar sentirme mal

–Y no estás equivocado, ¿Quién no se sentiría así cuando ve a su esposo con alguien más?

–Chile y yo no estamos casados por amor, creo que los dos sabíamos a lo que jugábamos desde que formalizamos las cosas... Solo que no dejamos las cláusulas claras

–Explícate

–Hace poco más de cinco años él me habló desesperado, así que fui a su territorio y me contó todo... Temía por su bebé, temía por su integridad...

La asiática no despegó su mirada de mi, ni siquiera cuando ya había dicho todo lo que tenía que contar. Con cada palabra que salía de mi boca parecía que mi garganta era destrozada por navajas, estaba pasando de una manera lenta, y solo terminó hasta que había dicho como es que realmente había estado viviendo, a la sombra de la mentira.

–Estuvo mal enamorarme, lo sé, no necesito que me reprendas... Es lo que menos necesito, por favor

–Creo que, todos necesitamos dar amor y recibirlo por igual... No eres una máquina insensible, y necesitabas una motivación en tu vida... Lamento que la historia no haya terminado como en un cuento de hadas amigo mío, pero, eres fuerte, pudiste levantarte después de lo que pasó con Rusia, puedes con esto

–Rusia sigue viviendo en mi corazón... Cada día se encarga de que esa gran herida que me dejó nunca termine de sangrar, vivir de la ilusión que creé con Chile solo era una anestesia para todo el dolor que tengo, el amor no es para mí, es un vicio que duele... -dije mientras miraba atentamente mi sortija de matrimonio- ahora debo lidiar con la realidad

Entonces así nos quedamos, en silencio esperando que un tercero rompiera el encanto que nos había pausado en aquel triste momento. No sé cuánto tiempo tardó la capital de Japón para llegar a casa, solo se que estaba en compañía de uno de mis hijos, del Estado de México, de Edo.

Parecía que ellos habían tenido un mejor día que nosotros. La vida es una mierda, mi vida es una mierda... Yo soy una mierda.

En cuanto dejaron comiendo a Michetl en la cosina, la capital y el estado se reunieron con nosotros. Tuvimos que despedirnos, el ocaso comenzaba a desaparecer y su vuelo estaba programado para dentro de una hora.

Tokyo y Edo lucían cabizbajos por tan abrubta despedida, pero lamentablemente las cosas son así.

Desde que llegamos aquí no he recibido ninguna llamada o mensaje de Chile, parece que está muy ocupado con cosas más importantes. En cuanto las asiáticas cruzaron por el marco de la puerta, mi hijo las siguió bajo con la excusa de querer asegurarse que llegaran sanas y salvas a su destino.

Sé que él es de los estados más distantes conmigo, y no puedo culparlo, creo que no soy un buen ejemplo a seguir después de todo.

Escuché como Michetl apresuró sus pasitos para llegar a mi lado y poder aferrarse a mi brazo. Se veía exhausto, luego de todo un día de diversión es entendible que ya necesite descansar.

Pude haberlo ignorado e irme a hundir en mi miseria, pero no lo hice, desde que lo traje conmigo sellé un trato... Que a pesar de todo, yo seguiría amando a ese niño como si fuera mi propio hijo.

–¿Cómo estuvo el viaje al zoológico?

–Genial, Tokyo y Edo me compraron un peluche -dice algo somnoliento- los quiero mucho

–Nosotros también te queremos mucho, vamos, te llevo hasta tu habitación

El pequeño estiró sus bracitos lo cargue con delicadeza hasta dejarlo bajo las cobijas de su cama. Justo cuando estaba por salir de la habitación él me lo impidió, alegando que necesitaba que le cantara la canción de cuna con la que solía arrullarlo.

Mientras entonaba la melodía no pude escuchar como un extraño abría la puerta principal de la casa, y digo extraño porque es lo que finalmente somos, unos extraños fingiendo ser esposos.

La batería de mi celular había muerto hace un par de horas, así que no pude ver los desesperados mensajes del chileno preguntando por nuestra ubicación. Cuando terminé de cantar la última estrofa le di un beso en la frente al pequeño y finalmente salí de ahí.

Bajé las escaleras y al pisar el último escalón me encontré cara a cara con Chile.

–¿Por que vinieron para acá? ¡Estuve como loco enviándote mensajes y nada weon!

–Tengo una reunión

–Oh claro, una reunión... y eso te quita la capacidad de avisarme que están aquí

–Michetl ya está en la cama, no lo vayas a despertar

Solté un pesado suspiro y me di la vuelta para subir nuevamente las escaleras.

Necesito estar solo, así que ir al dormitorio no era una opción. Terminé caminando al final del pasillo hasta mi oficina, y nuevamente me encerré sin importarme la insistencia de Chile al llamar a mi puerta.
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–Buenos días, ¿Cómo amaneciste?

–Bien papi, ¿Papá aún no llega?

–Llegó ayer en la noche, pero era tarde, y se veía muy cansado... Vamos a dejarlo dormir un ratito más, ¿Sale?

El pequeño asintió con entusiasmo y continúo comiendo su desayuno, todo marchaba bien ante sus ojos, no sabía que su familia se vendría abajo muy pronto.

Una segunda oportunidadWhere stories live. Discover now