AIRON BLAZE pt.2 | 5

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Le acababan de disparar, de disparar. El disparo resonó en el aire, un eco seco. El sonido de los pasos apresurados y las respiraciones entrecortadas llenaban el aire, mientras la tensión crecía con cada segundo. Ahora sí que estaba en problemas. Joder, joder ¿qué hago? Mierda ¿porque se ha puesto en medio? Estaba loco o ¿qué?

—¿Estás bien? —le pregunté, intentando mantener la calma.

Él me miró brevemente, pero no dijo nada. Su mirada se desvió hacia algo detrás de mí.

—¡Andrara! ¡Andrara, aquí! —gritaron a mis espaldas. Me giré y la vi.

—Dios, menos mal que te encuentro. Mel, me quieren matar. La he liado, pero gorda.

—Es que estás loca, ¿quién te manda a ti a hacer estas cosas?

—No lo sé, tía, el instinto.

—Pues a mí me han sacado unos hombres y me han dicho que viniera hacia ti.

—¿Qué coño hacéis? ¡Corred, insensatas! ¿O tengo que recordaros que nos persiguen con pistolas?

—¿Pe-pero tú no estabas herido?

—No estoy herido ni muerto, le ha dado a un collar que llevo puesto. Ahora corre. —Me miró—. ¡Corre al maldito coche! —espetó.

Corrimos hacia los coche, pero cada paso que daba él estaba acompañado de una mueca de dolor, demostrando que el disparo había dejado su marca. El collar, aunque había amortiguado el impacto, no podía obrar milagros. El sonido de los pasos y las voces de la gente gritando daban vueltas en mi cabeza.

—¿Pero a cuál vamos?

— Ese. Subid rápido. Os voy a sacar de aquí.

— Pero si es viejo.

— Por eso.

Un segundo disparo resonó en el aire, y vi cómo la sangre comenzaba a empapar su manga. Con un gruñido de dolor y firmeza inesperada, me empujó hacia el asiento del pasajero. Mer, con las manos temblorosas, se apresuró a entrar en el coche, cerrando la puerta de golpe detrás de ella.

El interior del coche olía a cuero viejo y a gasolina. Las ventanas empañadas reflejaban la luz de las farolas mientras atravesábamos las calles desiertas a toda velocidad.

El peso de la realidad me golpeó de repente: estaba en un coche con un asesino. Mi corazón latía desbocado, y la adrenalina nublaba mis pensamientos, impidiéndome procesar todo lo que había ocurrido.

 La piel del asiento se sentía fría y pegajosa bajo mis dedos nerviosos, mientras la oscuridad fuera parecía envolvernos en un manto de peligro. Era un asesino, un asesino que me había salvado la vida. ¿Le debo la vida a un asesino? Me puede explicar alguien en que movidas me meto yo sola.

Pues si no lo sabes tu

—Estás sangrando —dijo, señalando mi brazo.

—¿Qué? ¿Yo? —Miré mi brazo, notando por primera vez el ardor y la sangre que manaba de un rasguño profundo—. Vaya, ni me había dado cuenta.

—¿De verdad? —parecía sorprendido—. Debe ser la adrenalina.

—Sí, eso debe ser. Todo ha sido tan rápido que ni sé dónde estoy.

—Andrara, me estoy mareando.

Me giré a observar a mi amiga; estaba blanca. Pobre, ¿dónde la he metido?o

—Mer, respira y cálmate, por favor. Ya no nos sigue nadie. Túmbate como puedas.

O mi amiga no estaba hecha para estas cosas, o yo estoy loca por no sentirme asustada. La pobre estaba mucho peor que yo, no le había pasado nada, pero se la notaba destrozada.

A PRUEBA DE BALAS (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora