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Quinto país que visitaba. Sexta cafetería en la que trabajaría. Décima entrevista de trabajo que tenía, y aun así, seguía siendo un experto en llegar tarde y arruinar mis primeras impresiones.

Quizás debí pensarlo mejor esa mañana antes de decir que cinco minutos más de sueño no iban a afectar en nada. El mundo tiene vastos seres humanos para preocuparse por un irresponsable mañanero. Por supuesto que no afectaría en nada mi petición a la extensión de sueño si tan solo hubiese dormido esos cinco minutos que prometí, pero dormí más de cuarenta.

¿Será que el tiempo pasa más rápido cuando cerramos los ojos? ¿O estaba buscando una excusa para evitar afirmar que soy un irresponsable por naturaleza? Probablemente ambas preguntas sean igual de correctas, y esto lo digo para evitar sentirme inútil o culpable.

Absténgase a los comentarios negativos, estoy tratando de mejorar, lo prometo.

Hyunjin me alcanzó cuando me detuve de golpe frente a la cafetería. Se oían nuestras respiraciones agitadas y mi cabello rubio despeinado cubría parte de mis ojos. Me miré en el reflejo del vidrio y traté a duras penas de arreglar mi aspecto mañanero.

Mentalmente agradecí no haberme hecho ese tatuaje borracho en el verano pasado cuando Hyunjin me contó que estaban en descuento. De haberlo hecho, la situación sería aún peor con un dinosaurio animado paseando una araña con tinta permanente en mi cuello.

Regla número diecisiete de realizar viajes de trabajo con Hwang Hyunjin: No llevarlo a una tienda de tatuajes cuando está ebrio.

El perro con botas de lluvia paseando sobre una patineta en su tobillo confirmarían siempre esta regla.

—No puedo creer que siempre lleguemos tarde —bufa Hyunjin, acomodando las mangas de su camisa hasta sus antebrazos—. ¿Es una maldición que viene de alguna vida pasada? Tal vez debamos morir y reencarnar dos veces más para quitarnos la mala suerte.

—No quiero entrar —confieso aún tratando de calmar mi respiración.

Correr no era mi actividad favorita, pero despertarme temprano tampoco lo disfrutaba mucho. De alguna u otra forma se sufre, dicen por ahí. Y con «ahí», me refiero a la vida.

—Oh, está bien. Le diré al entrevistador que venga a verte aquí, no te preocupes. Seguro se acomoda a tu comodidad. —Hyunjin rueda los ojos y golpea mi espalda para que abra la puerta—. Tú primero, fue tu insistencia en dormir cinco minutos más la que nos condenó.

—¿Quién te dijo que me hicieras caso? Sabes que soy un irresponsable cuando se trata de compromisos antes de las diez de la mañana.

—Soy fácil de manipular dormido y escaso de café, deberías saberlo. —Hyunjin carraspea cuando abro la puerta de cristal de aquella cafetería y una campanita suena desde adentro—. ¡Hola, Australia!

Realmente era el quinto país que visitábamos. Y aunque en esta oportunidad conseguí un trabajo con Hyunjin en el mismo edificio, la verdad era que faltaban dos compañeros de viaje más. Jisung se aseguró un puesto de limpieza en un hotel no muy lejos de aquí y Jeongin se metió a trabajar con él solo porque se negaba a lavar platos o usar cualquier elemento que terminara en el acto de la limpieza en sí.

Dentro de la cafetería había estanterías repletas de libros y mesas exponiendo los títulos de la semana. La sorpresa protagoniza mi cuerpo al notar los carteles con géneros literarios que combinaban con el marrón, naranja y amarillo que bailaba en toda la tienda. Un eslogan gigante que pone en caligrafía fina: «1 coffee for 1 story» y un hermoso cartel encima que deja a la vista el nombre del lugar: «Oktoffee».

Antes de elegir la zona de trabajo en el formulario de la página, había leído sobre la empresa. Era la mezcla del nombre del producto y el mes donde se celebra el día internacional del café. Tuvieron buena nota en la originalidad, teniendo en cuenta que la tienda del frente vendía perfumes y su nombre se limitaba a «perfume city».

Un verano amarillo - [Changlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora