VII

2.6K 634 983
                                    

Tercera semana, las calles del boulevard ya son testigo de lo cerca que están las fechas festivas finales del año. Los colores varían entre el rojo, verde y blanco. Incluso la perfumería puso un reno inflable en la puerta con un perfume de Christian Dior en su pata. Dos de cada cinco niños se sacan una foto con él sin tener idea de qué perfume es. La magia de las redes sociales.

Oktoffee se encargó de decorar el interior con un enorme arbolito de navidad. En el exterior solo hay una corona de adviento en la puerta y el árbol del centro del boulevard tiene el tronco rodeado por luces a batería.

En las entradas ya hay carteles con descuentos y me resulta extraño pensar que pasaré las fiestas en un clima tan caluroso.

Seungmin apareció el martes para pedirnos que decoraramos el arbolito de manera que combinara con la librería y la cafetería. Yo miré a Felix con burla, pero el menor se limitó a encogerse de hombros. Hacía días que no me seguía los chistes e incluso ya no me respondía con sarcasmo. Estaba claro que luego de la discusión indirecta del jueves pasado, las cosas no quedaron del todo bien.

Eso no fue motivo suficiente para que dejara de perseguirlo con una bandita elástica en mis momentos de ocio o a pedirle atención cuando se ponía a limpiar las mesas que ya había limpiado múltiples veces.

Al menos hoy, antes de que hiciéramos una tregua para decorar el árbol, él no me ignoró y me persiguió por toda la tienda con una cuchara para mezclar el café. Hubiese dado mi riñón derecho por tener una foto en el álbum de ese momento, pero no la tengo y mi riñón está bien, no sé preocupen, aún no hice malos tratos.

Coloqué libros como regalos en la parte baja del gran árbol y puse uno abierto como estrella en la punta. Felix puso dos bolsas de café triturado y colgó tazas en las ramas. Luego, en la parte delantera y apuntando a la entrada, ambos pusimos el cartel con el logo del local.

Me cruzo de brazos mirando la decoración y Felix ladea la cabeza analizando la estabilidad.

—Le doy dos semanas antes de que un niño desenfrenado venga corriendo y se lo lleve puesto —digo mirando las tazas tambalearse por el suave viento—. Y estoy siendo generoso.

—Pongamos un cartel que diga «niño rompe, papá paga» —responde Felix con burla. Yo sonrío mirándolo por encima de mi hombro.

—¿Por qué tanto amor por los carteles?

—Podríamos camuflarlo cómo la carta de santa. —Felix se gira a mirarme también.

—Aún no respondes a mi pregunta.

—No lo sé, me gusta que las cosas estén claras, supongo. Al menos con un cartel no existen excusas. Si nos hacen un juicio por cobrarle a un niño hiperactivo, tendremos un testigo físico que nos haga ganar.

—¿Y podremos sacarle la lengua cuando él pierda? —pregunto y él sonríe, así que yo también lo hago.

—Veo que aspiras a cosas muy maduras, Mandarina.

Mandarina. Habían pasado días desde la última vez que me dijo así.

—¿Puedes quedarte ahí? —pregunto y no espero su respuesta, pues ya estoy corriendo al mostrador de la librería.

—¿Me harás formar parte de la decoración navideña? Me hubieses dicho y te pedía prestado los calcetines rojo y verde.

—¿La navidad te pone chistoso? —Abro mi bolso y saco la cámara.

Cuando me paro, veo que Felix está sonriendo y yo ya estoy contando su segunda curva de labios.

—No te muevas —exigo y alzo la cámara. Felix ladea la cabeza, pero no borra su curvatura de labios cerrados. El flash ilumina sus ojos marrones.

Un verano amarillo - [Changlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora