VI

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La siguiente semana a la llegada a Australia pasó aún más rápido que la primera, y he de admitir, que me entró algo de miedo al pensar que sería así todo el verano. Cada semana, una hora se convertía en minutos. De pronto, ya no me hacía mucha ilusión ver el sol descender al mismo horario todos los días. Aunque salir a caminar con Felix compensaba mucho la bajada de humor que experimentaba a eso de las seis de la tarde.

Jeongin y Jisung llevaban bien el tema del hotel. El más joven del grupo había tomado un puesto de trabajo llamado «food runner», básicamente corría para transportar rápidamente los platos de comida desde la cocina a la disposición del camarero asignado a cada mesa, y parecía entretenido con eso, lo cual es bastante, pues el verano pasado trabajó en un acuario y por querer acariciar a los peces casi pierde un dedo.

Jisung, por otro lado, había agarrado un gusto inexplicable por tender camas, así que pidió un puesto en limpieza de habitaciones. Al principio se lo negaron por ser hombre, luego de que él les diera una larga charla de modernidad, con algún que otro insulto y amenaza en el medio, lo aceptaron.

El tema de la comida en el departamento estaba bien dividido, pasabamos la noche comiendo comida chatarra en la sala mientras contábamos nuestras experiencias del día y luego, cómo adultos responsables, jugábamos algún juego corto para ver quién debía lavar esa noche.

Luego de tantos años conviviendo en un mismo piso en cada vacaciones, entendimos que, vivir con cajas de pizza amontonadas, pares de zapatillas hasta en el baño y toallones colgando por toda la casa, no nos convenía anímicamente.

Y esto lo digo porque Hyunjin nos obligó a mantener los ambientes limpios porque leyó en una revista que eso influye en nuestros estados de ánimo. Y antes que discutir con Hyunjin sobre qué tan verídico era esa información, preferimos cambiar la rutina y limpiar el suelo mojado al salir de la ducha o colgar las toallas en el mismo lugar.

Era jueves, Hyunjin hizo huelga ante su compañero de trabajo, según él, pues lo ignoró todo el día. Pero en el almuerzo, cuando yo creí que tendría mi momento de paz, llegó él a decirme que estaba indignado porque a Minho poco le importó su comportamiento distante.

Recuerdo que Felix lo golpeó en la nuca y yo solté una carcajada. Hyunjin casi sale a perseguirlo por todo el boulevard, pero lo detuve del brazo antes de que eso ocurriera.

—¿Qué estás esperando que haga Minho? —le pregunto con aburrimiento ya—. Estás siendo caprichoso. Lo ignoras y ¿te molesta que él también lo haga?

—Lo estaba ignorando solo para hacerlo enojar. —Hyunjin se deja caer en los sillones de la entrada de la tienda—. ¡No le importa nada!

—¿De qué novela dramática saliste? —pregunta Felix con una mueca de desagrado. Hyunjin le entorna la mirada.

—Si solo querías saber eso, podrías preguntárselo directamente —le digo.

—Vaya, no lo había pensado —dice con sarcasmo Hyunjin—. Lo consultaré con mi orgullo y dignidad, seguro estarán encantados con la idea.

—Tu horrible orgullo y dignidad van a obligarte a morir solo —respondo con reproche.

—No puedo simplemente pararme frente a él y decirle: «Oye, estaba pensando... Quiero que me odies así el sentimiento es mutuo, pero, a veces, tu presencia no me desagrada tanto y como odio no entender mis sentimientos, continuaré haciendo que me odies, pero necesito que colabores».

Me giro a ver a Minho, quien está sentado en las escaleras con una mirada aburrida mientras escribe en su cuaderno. Sonrío y me giro a ver a Felix. El me devuelve la sonrisa aunque intenta ocultarla bajando la mirada. Tomo la cámara y les tomo una foto a Hyunjin tapando su rostro con frustración y a Minho apoyando su barbilla en la palma de su mano libre mientras usa la otra para leer lo que había escrito en su cuaderno.

Un verano amarillo - [Changlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora