XII

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Besar a Felix fue como ponerle un nombre al verano y firmar para que las siguientes estaciones llevaran al menos su apodo.

Quizás fue la presencia de un leve alcohol en mi sistema lo que me hizo explotar en emociones, tal vez fue la manera en que Felix enterraba sus dedos fríos en mi cabello y me jalaba a él en busca de más contacto. Quizás fue la manera en que el mar nos incitaba a seguir desafiando nuestra fuerza de voluntad para no iniciar algo que ha futuro se veía borroso o el modo en que Felix no rechistó cuando lo dejé caer en la arena y nuestros cuerpos olvidaron la incomodidad de ella estando tan cerca de los labios del otro.

Culpar la adrenalina momentánea, presa de la incertidumbre de no tener en claro cuándo acabará ese sentimiento nuevo, sería como dejar la verdad bajo la alfombra para no tener que ver el suelo manchado de realidad. Felix besaba tan adictivo como el vino en noche buena y sé que se sentía igual de prisionero de mis labios con tan solo sentir como sus manos buscaban recorrer cada centímetro de mi piel.

Y aunque no pasamos a mayores y controlamos nuestros impulsos, incluso solo habiendo dejado un tatuaje en nuestros labios que el tiempo borra, la navidad se convirtió en el antes y después del que tanto hablamos.

Y lo fue solo porque fuimos sinceros. Porque nos vimos más humanos que otras veces, desesperados por saciar una emoción, incapaces de darle voz a las inseguridades.

No lo voy a ocultar, tener una foto de Felix debajo de mi cuerpo con las mejillas rojas y una mirada de reproche en el álbum de recuerdos fue la cereza del postre. Se veía encantador desafiando la noche, se veía tan amarillo como el día.

En el pie de foto estaba escrito: «Hoy confirmo que lleva en sus mejillas las estrellas, pero en sus labios el cielo». Recuerdo vagamente que Felix se burló de mis palabras dulces. De eso si recibe la culpa el champagne que vacié una hora antes. Podía escuchar incluso a Jeongin diciendo «voy a vomitar» solo de leerlo. Pero no lo borré; aún lo pienso.

Y aunque los recuerdos bailan en música baja en mi cabeza, hay escenas en específico que no saldrán de ella por mucho que mi mente decida ignorarlas. Felix iniciando una guerra de agua donde rompen las olas, nuestra pelea inmadura por ver quien arma el mejor castillo de arena bajo la luz de la luna e incluso nuestro momento carente de cordura cuando nos enterramos nuestros cuerpos en la orilla y nos levantamos más cubiertos de arena que de ropa.

Poco prudente, lo admito. Pero tengo una selfie de ambos de ese momento y es lo más importante; lo único que uno recuerda.

Y aunque no soy alguien que se arrepiente de sus actos, que siempre lo considera a todo importante para estar donde estamos en el presente desde el que hablamos, el lunes siguiente, luego de que Felix ignorara mis mensajes, no encuentro razón lógica de porque de pronto no me dirige ni una mirada desde que inició la mañana y comienzo a pensar lo peor.

De hecho, encuentro muchas razones lógicas y es la demasía lo que me lleva al extremo vacío. ¿Le molestó el beso? ¿Se arrepintió tan rápido? ¿Fui su primer chico? ¿Fui su primera persona? ¿Siquiera sintió realmente algo? Quizás sintió demasiado.

Mi cabeza se encarga de tener una discusión con el corazón mientras mis ojos lo siguen de un lado al otro en la cafetería. Apenas le presto atención al joven que me pide un consejo para el regalo de aniversario con su novia. Le extendí un libro sobre los Backyardigans. No recuerdo exactamente qué tipo de insultos me dijo, pero sí que Seungmin me reprochó mi falta de concentración.

—Necesito que pises tierra, Changbin —me exige Seungmin con ese tono autoritario que intimida—. Año Nuevo está a la vuelta de la esquina, y por consecuencia, los Reyes Magos y más regalos. Presta atención, por favor.

Un verano amarillo - [Changlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora