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Ya estaba oscureciendo, el sol no se podía distinguir mientras se escondía en el horizonte, proyectando una tenue luz, que gracias a la fogata que habían hecho en el patio de la casa de Baekseung, ayudaba un poco más a ver en medio de la casi oscuridad.

La música se escuchaba muy apagada debido a que está provenía de adentró, pero eso no evitaba que los invitados canten fragmentos de las canciones o bailen al ritmo de esta.

Todos estaban en sus propios mundos, hablaban entre sus amigos e ignoraban a los demás, yo hacía lo mismo, solo me enfocaba en acariciar la espalda de Sunoo ya que estaba sentado en mi regazo apoyando su rostro en mi pecho.

Cualquier persona que nos vea podría tener envidia de lo afectuosos que somos. No nos daba vergüenza mostrar que nos gustabamos, por lo menos hasta ahora eso pienso.

No sabía donde estaban los demás, pero poco me importaba porque era de costumbre que ellos vayan a saludar a otros amigos.

— ¿No te gustaría quedarte así para siempre? —preguntó Sunoo sin despegarse de mi cuerpo.

Pensé en que responder, era más que obvio que me encantaría estar así con Sunoo hasta que no demos más.

— Obvio que sí, cordobés —deje un beso en su cabeza— ¿Y vos? ¿Te quedarías así?

El dudó un poco.

— Sí ¿Pero podremos? —me miró con el mentón apoyado en mi pecho.

— Depende del tiempo, Sunito —acaricie una de sus mejillas.

— Mmmh, sí... El tiempo —mordió su labio inferior con culpa.

Levanté una ceja.

— ¿Hay algo que no me hayas dicho? —lo miré con recelo.

— Nah, solo estoy cansado.

Asentí y volví a mirar al frente, a lo que el volvió a su posición inicial de acentar su cara en mi pecho.

Después de unos diez minutos empezaron a poner rock nacional, solamente canciones que tenían un sentimiento nostálgico.

Volví a mirar a Sunoo porque escuché que estaba tarareando.

— "Sabes que no aprendí a vivir" —dijo en un murmuró adormilado.

— Sos tan tontito —solté una risita burlona.

— Respétame, tarado —levantó su cabeza alertado, mirándome fijamente.

— Las bolas —bromeé pellizcando una de sus mejillas.

El solo rió mientras me daba un golpecito en el hombro.

— ¿No te parece reconocido este barrio? —pregunté poniendo mechones de pelo atrás de su oreja.

— ¿El de Changbin? —asentí— Yo venía todos los días antes de irme a Córdoba.

Rodeé los ojos al ver que no me entendía.

— En este barrio nos conocimos.

El solo sonrió y se paró rápidamente, agarrando forzadamente mi mano.

Lo miré con el ceño levemente fruncido, y el solo movió su cabeza hasta la salida, indicando que quería llevarme a un lugar.

Me encogi de hombros y me deje llevar por el más bajito hasta las afueras de la casa.

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Volvíamos al lugar en donde nos conocimos, esas calles que recorrimos mientras hablábamos de lo que pintaba, la plaza en la que Sunoo me dió su número en mi cigarrillo haciendo que no lo pueda fumar para que su número no se me pierda.

tarado ! sunsunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora