Corazón.

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Su corazón latía sin energía, casi de manera fantasmal, ocasionando que ni siquiera él mismo sea capaz de percibir el sonido de su pulso, aquel del que siempre fue consciente, ese del que muchas veces se jactó cuando corría tras una nueva presa, o del que gozó infinitamente cuando su cuerpo yacía temblando de placer y calor que lo recorría entre los brazos de su amo. Su pecho, a diferencia de los minutos recientes, ya se encontraba tranquilo, inflándose con cada leve respiro que daba solamente por inercia y sin ser realmente consciente de sus acciones, haciéndole sentir más calmado y sin el nudo de su garganta que antes lo asfixiaba de manera dolorosa que no solo se limitaba a lo físico. No, esa emoción que lo había inundado como olas saladas a los edificios en medio de un tsunami había sido terriblemente aterradora, tan desoladora y poderosa que, pudo jurar que se sintió morir casi literalmente. Y, aquello, por supuesto, para él toda su vida le había parecido imposible, más aún después de todas las órdenes que le había dado el hechicero para realizar tareas que iban bastante bien con su naturaleza demoniaca.

Para el sirviente, su existencia era solamente un regalo o maldición del destino, Dios, ente o lo que sea que controle el mundo. Era algo en lo que nunca demoró ni siquiera un minuto completo para pensar ni meditar, porque no le interesaba, le parecía algo endemoniadamente estúpido y una cosa de la cual solo los humanos débiles e idiotas se preocupaban, haciéndose millones de preguntas al respecto y luchando por investigar la verdad detrás de toda su existencia, en una pelea únicamente guiada por la necedad de conocer algo de lo que jamás obtendrán las respuestas ni explicaciones que tanto ansían y lloriquean por obtener. Esos asuntos de la vida y la muerte no habían tenido lugar en la apretada agenda de Jimin, mucho menos si en esta se encontraban sus actividades favoritas, como holgazanear y follar con Jeon, y, por supuesto, ante ello, él no trabajaría para hacer a un lado sus tareas importantísimas con tal de solo dedicar su tiempo a cosas sin sentido como esas. Antes de aquello, el demonio preferiría pasar todo el día escuchando los rezos y plegarias de la anciana ama de llaves.

Por lo que, verdaderamente, tampoco existió instante en el que el mismísimo ente se planteara la sola posibilidad de su muerte. No era un asunto del cual tuviera que pensar demasiado como para ser consciente de que era posible igual de como era imposible. No le preocupaba morir, aunque, no era como si lo deseara. Nunca lo hizo. Desde que sus ojos se abrieron por primera vez, cuando aún era solo una pequeña cría mestiza en el inframundo, ni cuando se encontró siendo torturado y herido por aquel comerciante que le sacaba de quicio y quería asesinar con sus propias manos esqueléticas. Tampoco fue una opción un deseo que hubiera surgido en su interior cuando Taemin lo compró y volvió a encerrarlo en aquel lugar mal oliente y con algo suave pero incómodo que llamaban cama. Simplemente, Jimin no consideró, en su complejo entendimiento de los sentimientos, morir. Tal vez porque aquel encierro y dolor fue lo único que siempre conoció y de lo que se basaba su existencia, quizás porque no había visto más allá que eso y había llegado a un punto de aceptación y rendición en el que ya estaba dispuesto a tomar de buena manera lo que fuera que el destino le pusiera en frente, sin negarse, resistirse ni tampoco alegrarse. Porque, ni siquiera sabía de la existencia de esos sentimientos.
Su mundo siempre había sido gris, sin colores que lo hicieran desear algo ni odiarlo realmente, y, eso estaba bien para él. Lo estuvo incluso cuando calló en manos del azabache, después de descubrir un mundo lleno de gamas de luces y sombras que maravillaron sus ojos tanto como lo asquearon. En libertad, el mitad cambia-formas pudo descubrir la belleza del mundo exterior, de lo fabuloso que era sentir el agua cálida contra su piel desnuda mientras se duchaba, sin embargo, igual pudo conocer lo desastroso que podía ser el mundo. Ante su vista los escenarios más bizarros y sangrientos pudieron pintarse sacándole unas cuantas muecas de asco, aún cuando él era el autor de ellas.

Jimin sabía perfectamente que podía ser herido, lo había sido en varias ocasiones durante sus trabajos nocturnos, sin mencionar de que fue algo de lo que estuvo consciente desde su primer día de vida, también era consciente del dolor físico y ahora también emocional, por lo que ya podía percibir un poco de la profundidad del simple hecho de lastimarse aunque sea un dedo de la mano. A diferencia de antes, dónde, con facilidad podría aventarse él mismo de una ventana con tal de escapar a una orden aburrida de su amo, ahora conocía los efectos del dolor y el trasfondo de todo ello. En su mente era como atar los cabos o colocar las piezas exactas de un rompecabezas, uno en dónde él identificaba que, si alguien era disparado, golpeado o devorado, posiblemente moriría a consecuencia de ello. Algo bastante fácil y predecible para cualquiera, por supuesto, y, aunque no fuera específicamente la inteligencia del demonio baja o escasa, sí que lo era su madurez emocional. El mestizo, por naturaleza era muy astuto, perspicaz, y sumamente listo. Jeon había comprobado él mismo lo que era capaz de hacer, había resuelto problemas demasiado complicados y acertijos casi sin respuesta, por lo que, su coeficiente intelectual no era para nada decadente. Lo único que limitaba en el pasado que el sirviente fuera conocedor de la magnitud de una muerte, era precisamente su condición como bestia nocturna.

My Cute, Sexy and Lovely Servent [KOOKMIN]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora