Del apego

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Hace tiempo no sentía la profunda soledad que deja lo que parece un debate entre la vida y la muerte. En ultimas, una gripa común, o un caso más de Omicrón. Entonces quizá este capitulo deba llamarse "de la soledad", pero es importante resaltar que sigo con, al menos, 38 grados de fiebre, y me levanté de la cama únicamente para escribir respecto a esto. Sobre quien ha dejado más huellas en su ausencia, y quizá, quien me ha hecho más fuerte en consecuencia. Mi papá.

Suelo enfermarme. Principalmente la rinitis desemboca en gripas comunes y quedan hasta ahí, pero hoy fue más allá. Hoy fue como un recuerdo de aquellas tardes en que la fiebre empezaba y me tocaba quedarme solo porque debía "sudarla", y ahí, en medio de esa soledad con la que pensaba que iba morir tras el colapso de mi pequeño sistema corpóreo, aparecía él. El único que parecía no tenerle miedo a mi fiebre. Entraba a la habitación y tocaba mi frente, me preguntaba cómo seguía y luego de recibir mi respuesta decaída, él sabía lo que yo necesitaba. Un abrazo fuerte que me hiciera sentir que todo iba a estar bien.

Hace unos dos años que no vivo con mi papá, y he lidiado con otras cosas, como aprender a celebrar solo -aunque de vez en vez, suelo llamarlo discretamente para contarle lo bueno que me pasó-, como aprender a vivir sin su mirada constante de orgullo, o entender que no será él quien esté, como siempre, para llevarme a urgencias cuando otro choque anafiláctico me deje al borde de sentir que no podré respirar de nuevo. Aprendí a controlar esos choques desde el inicio para que no llegaran a esos extremos porque sé que él no va a estar ahí para salvarme. Creo que esto hace parte de aquella frase que propone "solo sabemos cuan fuerte somos, cuando no tenemos otra opción, sino serlo". Creo que parte de su ausencia es la que me ha hecho cada día más adulto, pero también entiendo que sigo apegado y que lo extraño día con día. Por eso odio escribirle cuando necesito dinero. Porque esas cortas conversaciones de "necesito esto", y él diciéndome que hará lo posible para dármelo, no transmiten el amor paterno que siento por él. Eso es a causa de un sesgo cognitivo, y ahora lo entiendo, pero es que a veces el sentimiento puede más.

En todo caso, no puedo más que agradecerle por cada gesto y aprovechar su vida para devolverle todos esos abrazos en su enfermedad o su atención en cualquier otra situación.

Hacia el techo - Pablo MartínezWhere stories live. Discover now