Dear Shawn.

90.

9 de enero, 2016.

Querido Shawn:

No puedo dejar de repetir lo ocurrido en mi mente, no entiendo en que momento perdimos el control y acabamos en una tragedia.

Estábamos en mi habitación tomando un poco, bueno al menos yo había tomado un poco, vos estabas borracho, pero no era como la última vez que estabas alegre y eras divertido. No dejabas de llorar, maldecir y preguntarte que estaba mal contigo, así que te abracé y te dije que no había nada malo en vos, que eras perfecto, porque lo sos.

Entonces me miraste a los ojos y sonreíste un poco, yo también lo hice, siempre me gusto tu sonrisa. No sé como ocurrió pero te acercaste a más a mi y me besaste. Sabias a alcohol y lágrimas. No sabía porque lo hacías pero no quería detenerme, deseaba tanto besarte. Debí haberlo hecho.

Las cosas comenzaron a subirse de tono, y en el momento en que me sacaste la remera debí haberte detenido, porque estabas borracho, y a pesar de que podría decir que yo estaba bajo los efectos del alcohol estaría mintiendo, porque estaba perfectamente consciente de lo que pasaba.

No entiendo porque no te detuve, tal vez porque lo necesitaba tanto, te necesitaba tanto. Parecías tan seguro de todo, parecías consciente de la situación, tal vez por eso que no dudé lo suficiente cuando decidí entregarme. Fuiste cuidadoso en todos los sentidos, menos en el más importante, no pensé en las consecuencias y ahora las estoy pagando.

Te dormiste a mi lado, estabas tranquilo, soñando, lucías como aquella vez que te dormiste en mis brazos en San Valentín, entonces me dormí a tu lado abrazándote.

No creí que me despertaría con tus gritos.

Estabas tan enfadado, llorabas, me maldecías, me acusabas de enferma y de haberte abusado. Dijiste que me aproveche de que estabas borracho, y aunque no fue exactamente así no podía negar que yo tampoco sabía lo que estaba haciendo.

No dejaba de llorar, vos también lo hacías, pero me gritabas que me odiabas, que no querías volver a verme nunca más y luego te fuiste.

Me quedé llorando, y aún sigo haciéndolo.

Se que cometí un error pero todos merecemos una segunda oportunidad.