💙Capítulo 13💙

25 8 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


La miro y puedo notar que tragó saliva. Me acerco un poco más, al punto de sentir sus respiración. Me desvío hacia su oído.

—Vas a ser mía.—susurro alejándome de ella.

—En tus sueños.—me comenta mirándome atravesada.

—¿Hoy hay una fiesta, quieres venir?—la invito.

—Esta bien.

—¿Enserio?—no pensé que aceptaría.

—Si, dime la dirección iré con tu hermano.—habla sonriendo.

Aprieto la mandíbula, párese que quiere jugar y así lo haré.

—Luego más tarde te lo envío.—finjo una sonrisa y me dirigí a mi escritorio.

La puerta se abre de par en par y una figura conocida irrumpe la puerta.

—Buenos días.—habla la rubia mirando a la castaña.

—Buenos días.—responde Ada con mala cara.

—¿A que debo semejante presencia?—pregunto.

—Te quería invitar a la fiesta de hoy.—esta chica cada vez me sorprende más, el otro día se fue de aquí furiosa y hoy está invitándome a salir.

—Ok, paso a recogerte.—le respondo coqueto levantándome y dejando en la comisura de sus labios un beso.

—A las ocho.—comenta saliendo por la puerta sonriendo.

Ada me mira extraña, pero no puedo descifrarla.

—Listo ya tenemos pareja los dos.—sonrío mirando el reloj.

—Falta media hora para la reunión, vamos a comer algo.—le digo caminando para coger mi teléfono.

—No iré a comer nada contigo, no me apetece.—responde cortante.

—Tal vez con mi hermano si te apetezca.—digo irónicamente.

—Tal vez.—dice sin inmutarse.

—¿Vienes o no? Te compraré helado.

Veo que sonríe y coge su teléfono.

—¿Qué esperas?—me dice en la puerta.

Verdaderamente me volverá loco con sus cambios de humor y de parecer. Tendré que usar más seguido la palabra helado con ella.

Salimos juntos de la empresa y vamos al restaurante más cercano. Este es uno de mis favoritos tienen muy buen cervicio y el lugar es extremadamente encantador.

—¿Qué pedirás?—me dice apenas nos sentamos.

—Alguna carne asada ¿y tú?

—Lo mismo que tú, por eso te pregunto.—sonríe tímida.

Llamo al camarero y pido lo mismo para ambos.

—Bueno y que te parece la empresa.—rompo el silencio.

—Me parece muy hermosa lo malo es mi jefe.—sonríe pícara.

—Eres realmente problemática.—le doy una sonrisa de medio lado y cambio de tema, el que verdaderamente quería tocar.—Y tú y mi hermano...

—¿Yo y tú hermano que?—se hace la desentendida mientras cruda sus brazos y me mira de manera extraña.

—¿Qué si están juntos?—concluyo y aclaró su pregunta.

—Si fuera así no es asunto tuyo.—dice acomodándose en el asiento.

—¿Eso es un sí?—insisto.

—No, aún no.—comenta.

—¿Aún? Así que te lo estás pensando.—digo apretando mi mandíbula ni siquiera sé por qué me importa tanto.

—Bueno, digamos que solo somos amigos, desde aquel día hemos hablado muy seguido.—admite.

—Bien.—hablo cortante.

—¿Eso era todo lo que querías saber?—me pregunta risueña.

—No.—hablo mirándola fijo.—También me gustaría que admitieras que te gusto.

Se sonroja y se me queda mirando fijo.

—Eso nunca pasará.—admite algo incomoda mientras se coloca un mechón de cabello por detrás de la oreja.

—¿Entonces negarás que has deseado con todas tus fuerzas besarme?—pregunto diplomáticamente notando que sin darse cuenta se ha mordido el labio, eso es más que un si.

—No.—niega.—Nunca he deseado un beso tuyo.

—¿Sabes que mentir es malo?—me burlo.

No podemos continuar la charla ya que el camarero interrumpe trayendo nuestra comida. Después de eso estuvimos en silencio, solo compartíamos miradas pero no era un silencio incómodo más bien estábamos en paz así. Fue lindo.

—¿Te ha gustado?—le pregunto.

—Si, ha estado delicioso.—me responde limpiándose la boca con una servilleta.—Debemos apresurarnos la reunión comienza en unos diez minutos.

—Bien. —llamo al camarero y pido la cuenta.

—¡Esto es imposible!—exclama la castaña al ver la cuenta.—¿Qué tenía el pollo? ¿Oro?

<<No no no. No hagas un espectáculo>> pienso mientras veo a todos mirándonos.

—Señorita...—intenta hablar el camarero pero ella lo interrumpe.

—Señorita nada, es indignante que vengas aquí a decirnos semejante precio, no comimos nada para que esté tan elevado.—sigue peleando.

—¡Basta! —le grito callandola.—Aquí tiene, disculpa las molestias.—me refiero esta vez al camarero dándole el dinero.

Ella no me espera sale de ahí sin mirar ni siquiera hacia adelante, tiene la vista puesta en el suelo. Luego salgo yo calmadamente y la veo esperando en el auto.

—¡Qué no se te ocurra volvér a gritarme delante de la gente!—me escupe apenas entro al carro.

—Y tú no vuelvas a hacer un espectáculo así cuando andes conmigo.—le digo encarándola.—¿Acaso no te fijaste que estábamos en un lugar público? En mi restaurante favorito ahora ¿con qué cara vuelvo a venir?

—Lo siento, es solo que no pude aguantar. Es una abuso.—dice mirándome.

—No tenías que preocuparte por el dinero yo te invité.—le hablo ya más calmado.

—No lo hice por el dinero—comenta —Lo hice porque me enfurecen que se aprovechen.

No dije nada más y ella tampoco. Arranqué el auto y nos dirigimos a la empresa.

Destinados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora