Cap. 1 | Gyro Zeppeli.

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Corría el año 2005, en Italia, en algún lugar de Venecia, todo un edificio estaba a punto de linchar a un joven de 25 años, un drogadicto sin remedio que yacía dormido en medio del pasillo principal, obviamente, inconsciente y quién sabe con cuánta droga corriendo por sus venas.

Mujeres, hombres y algunos niños y adolescentes pasaban de largo, hacían como si no existiera, pero otros estaban tan enojados que no dudaron en ir a reclamarle al dueño del edificio, o bien, al guardia de turno. Este se llamaba Diego Brando, un rubio británico que por razones personales terminó en ese país y cuidando esos departamentos.

—¿Y qué quiere que haga? El tipo paga con su renta sin falta, no puedo echarlo. –renegó el guardia de cabellera rubia.

La mujer frente suyo estaba sumamente enojada, tanto que le soltó una cachetada antes de irse.

—Malditas reglas estúpidas, ¡En cuanto pueda, me largo de aquí! –reclamó la señora de mediana edad, pero a Diego no le importaba.

Sólo por curiosidad y para evitar más regaños de parte de los inquilinos, se puso de pie y salió de la recepción unos momentos, buscando el cuerpo de Gyro Zeppeli. No estaba lejos, sólo caminó un par de pasos hacia dentro y ya estaba frente a sus ojos. Se agachó y con fuerza lo sacudió, había sangre saliendo de su brazo derecho, mismo que estaba notablemente picoteado por las agujas de la jeringas, era un asco.

—Vamos, levántate, Gyro. –dijo Diego entre dientes moviéndolo más fuerte. Su poca paciencia lo obligó a patearlo olvidándose de que era un humano y sólo así el contrario respondió moviéndose débilmente. —Me das asco, Italiano. –insultó en inglés, así quien estuviera cerca no le entendería. —Ponte de pie, anda, que hay mucha gente que quiere matarte ahora mismo por tus estupideces.

Diego estaba harto de insistirle tanto. Le había brindado su ayuda a Gyro, le ofreció rehabilitación con profesionales, un empleo, pero el hombre de larga cabellera apenas y le dirigía la palabra, era muy raro verlo sin que estuviese drogado o alcoholizado. Finalmente, Brando abandonó el lugar en cuanto Zeppeli se puso de pie y le dejó a su suerte, regresando a su silla en la recepción del edificio. 

—Maldito Italiano de mierda... –murmuró mirando atento a aquel humano que le causaba dolor de cabeza a diario. Se tambaleaba, no podía con su alma, obviamente no podría subir cinco pisos por las escaleras hasta llegar a su departamento y Diego lo sabía, Diego estaba consciente de esto pero igual disfrutaba burlarse de lo ridículo que podía ser un hombre en drogas. Verlo humillarse le divertía siempre y cuando no hubiese nadie a su alrededor.

—D-Dio... –habló el Italiano.  —¡Dioooo! –repitió en voz alta, pero al británico poco le importaban las necesidades de ese individuo, así que siguió mirándolo y riéndose en silencio.

Y así pudo haber pasado toda la tarde, no sería su primera vez que torturaba a Gyro dejándolo a su suerte durante horas, pero, un inesperado hombre en silla de ruedas le hizo ponerse de pie rápidamente e ir a ayudar al hombre de cabello largo.

—Mierda, Gyro, lárgate rápido... –se volteó unos segundos, el chico en silla de ruedas parecía estar ocupado con alguien que le ayudaba a llevar su equipaje. Diego sabía que habría un nuevo vecino pero no pensaba que llegaría justo tres horas después de que se le fue avisado. —Hey, tú, llévate a Gyro, rápido. –le pidió en inglés a una mujer estadounidense a la cual apodaban Hot Pants, apodo que ella misma se dió.

La susodicha de cabellos rosas quiso negarse pero, tras notar el rostro preocupado y estresado de Diego, decidió ayudarle. Ya lo había hecho antes, una vez más no afectaba.

—Deberías echar a este tipo del edificio. –le sugirió ella mientras pasaba uno de los brazos de Gyro por sus propios hombros y así le ayudaba a caminar.

No te defiendas [GyJo]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora