Cap. 9 | Deuda saldada.

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Italia es un país precioso, la gente es amable, los paisajes son hermosos, la comida es deliciosa, tiene todo para enamorarte y hacer que te quedes a vivir para siempre en ella, como lo hizo con Johnny, Diego y Hot Pants. Gyro Zeppeli era el único con nacionalidad de nacimiento... Y justo era él la clase de persona que dejaba mal a un país entero, daba una pésima imagen de los italianos. Casi a diario salía a callejear con algunos hombres de la zona, ¿Qué hacían? Drogarse, pues claro.

Un viernes, Gyro no faltó a su habitual reunión.

—¿Podrías apurarte con esa mierda? –pidió el Italiano a su amigo, sentando en la banqueta, desesperado.

—Ya deja de estar de pesado, primero págame, cabrón. –le respondió el otro, pues no era la primera vez que le apresuraba en lo que iba del día, y eso que Gyro apenas había llegado. Estiró la mano. —Dame el dinero y te doy lo que quieres, el otro día no me pagaste.

Zeppeli planeaba pagarle, sin embargo, al revisar en sus bolsillos se dió cuenta de que ya no tenía su cartera. La perdió, nuevamente. Chasqueó los dientes y golpeó con poca fuerza la mano del adverso.

—Hijo de puta, sólo te importa el dinero... Ahora mismo no tengo, espera a que vaya a conseguir, sólo dame. –comentó Gyro, con menos paciencia.

—No te daré nada si no me pagas. Lárgate, vividor. –respondió el otro hombre poniéndose de pie, metiendo ambas manos en sus bolsillos por si al rubio se le ocurría robarle la mercancía directamente de su pantalón.

Gyro notó lo que hizo... Y se cabreó. Se levantó igualmente y, antes de irse a los golpes, tomó el antebrazo derecho ajeno.

—¡Ya te dije que te pagaré! –exclamó. El tipo se zafó fácilmente del agarre de Zeppeli. —¡Sólo dame esa mierda, anda! ¡Sólo un poco, no te cuesta nada, marica!

—Y yo te estoy diciendo que te largues, ¡Ya vete, puto mugroso! –para sorpresa de Gyro, el hombre le dió una patada directamente en el estómago, esto lo tiró de un solo golpe.

Mientras Zeppeli se retorcía de dolor en el pavimento, el tipo se fue del lugar. Los peatones que iban pasando no se detenían a ayudar a Gyro puesto a que ya conocían la clase de vida que tenía, pensaban que eran simples convulsiones producto de la droga que habría ingerido; vaya sorpresa, por primera ocasión en meses, no había tanta droga en su interior.

Con mucho esfuerzo y, reconociendo que ese hombre era más fuerte que él, se pudo poner en dos pies y mirar a todos lados buscando ver a quien lo golpeó. Ya no lo encontró.

—Hijo de perra, patea como caballo. –murmuró a la par que se sacudía los pantalones.

Gyro se había aprendido los horarios de sus vendedores, a juzgar por la posición del sol, ya era algo tarde, pues se encontraba a punto de meterse. El rubio suspiró y, con el pesar y enojo de saber que no podía conseguir más de su vicio a esas horas, se encaminó al edificio de los departamentos.

Las personas que se atravesaban en su camino preferían cruzarse a la otra banqueta o no hacer contacto visual directo con él, algunos ni gustaban de ver su mera silueta o sombra, era la fama que Gyro habría conseguido desde que volvió de su viaje a Estados Unidos, y a él poco la interesaba ser del agrado público.

Caminaba hundido en sus pensamientos, los comentarios o malas miradas que le dedicaban pasaban desapercibidas, todo su contexto era irrelevante para Gyro... Hasta que escuchó y vió en primera fila como un hombre rubio de complexión delgada era golpeado por un pequeño grupo de tres adolescentes.

—No... No puede ser. –dijo en voz baja tras reconocer al varón que se hacía bolita en el pavimento; era Johnny Joestar.

Los muchachos lo pateaban, apenas habían logrado tirarlo de su silla de ruedas, por lo que uno de ellos la tomó y subió a ella pidiéndole a otro que lo empujara, riendo burlón. Un segundo hizo lo pedido y el tercero se dedicó a robarle sus demás pertenencias, una última patada en la espalda del americano y salió corriendo con los demás sin rumbo fijo.

No te defiendas [GyJo]Where stories live. Discover now